CAPÍTULO 6
EL SACRIFICIO
(Toño)
D
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E PRONTO ME VINIERON NERVIOS, la mamá de Beto me vio
inmóvil, pues por un momento dudé, la voz de ella me asustó y solo logré echar
dos gotas de ese somnífero. Cuando traje el café Beto logró dar con la
respuesta del ejercicio, le alcancé el jarro y mientras lo sostenía no dejé de
mirarlo, iba a dar el primer sorbo, pero al sentir el borde caliente no lo hizo.
No veía la hora en que se tomé todo el café. Lucecita vino con su hermanito,
trajo un poco de pastel y le deseó suerte, sostuve al bebé y le hice mimos, me
salió mi lado niñero lo cual sorprendió a Beto. Ella frotó sus manos por el frío,
mi amigo le ofreció café, ella miró su jarro y lo cogió. Tartamudee al ver
ello, pues Lucecita no solo iba a arruinar mi plan, sino que ella se
perjudicaría. En vano le ofrecí el mío, ante su negativa le pedí espere un poco
para traerle otro café.
—
Aceptaré la taza de Beto— dijo y la cogió.
—
Ten cuidado está bien caliente—le anticipó.
—
No exageres ya no está tan caliente—dio varios sorbos y no dejé de mirarla, por
los nervios casi hice caer al bebé y le hice un gesto a Beto para no decir nada
por mi descuido. Ella mientras bebía miraba el ejercicio resuelto por Beto—.
Está delicioso y ya no está tan caliente, ¿quieres probar? — le ofreció la
mitad del café.
Beto
por un instante se queda mudo, se quedó mirándola. Coge la taza y sigue
observándola. No le quité la mirada por ningún segundo, aún quedaba la mitad
del café, mi plan todavía podía funcionar, ella le regala una sonrisa, el muy memo
también le sonríe hasta que por fin se anima a beber el café.
—
Está algo extraño— comentó.
—
Debe ser porque según tú está caliente—ella ríe con ternura.
Lucecita
le quita la taza para beber otro poco, ante ello inventé que al parecer el bebé
se ha hecho popo, ella pidió que
espere un momento pues quiso seguir disfrutando del café caliente.
—
Le dejarás a Beto sin café— le expresé.
—
Toño tiene razón— interviene mi amigo y quiso quitarle la taza. Ella se lo da
de beber a la boca.
Disimulé
mi enojo, mi plan no había funcionado al cien por ciento, pero sé que el muy sandio
(tonto) se quedará dormido.
(Beto)
El
examen estaba programado para las ocho de la mañana, mamá amaneció un poco mal
y mi padre la llevó a la posta. Me dejaron el desayuno servido; antes de irse
me despertaron y entre sueños algo respondí y creyendo que ya estaba despierto
se marcharon, sin embargo, me volví a dormir profundamente.
Toño llegó temprano junto con Lucecita porque
pasó a recogerla para venirse juntos. Cuando fue a su casa aún estaba dormida
(por lo cuenta en la noche ella se bebió la mitad del café), temió falte al
examen y no se equivocó pues en el camino la
notó aletargada (soñolienta) y de no haber ido por ella le
hubiera pasado lo mismo que a mí.
Mi
tutor mira el reloj en la pared y faltaban cinco minutos para iniciar el examen,
sale al patio a divisar si llego y ni rastro de mi presencia. Regresa al salón
y vuelve a preguntar a los cuatro integrantes. Casimiro mira a Toño y le hace
un gesto indicándole si tenía algo que ver con mi retraso, este disimula
levantando los hombros. La profesora de Matemáticas vino a curiosear y mi tutor
le cuenta sobre mi ausencia, le pide para que vaya a buscarme y ella se negó a
ir en caballo pues le daba miedo desde la caída que tuvo hace poco mientras
aprendía a montar, le planteó ir a pie, pero no tendría sentido porque
demoraría mucho. Lucecita logró escucharlos y se acercó a ellos.
—
Yo iré— dijo muy enfática.
Toño
y Casimiro salieron y la vieron correr. Mi tutor y su colega corrieron tras
ella.
—
Si vas perderás también el examen— le advirtieron.
—
Entonces seremos dos, además usted dijo que teníamos dos horas para resolverlo
y máximo en una hora debo estar aquí— respondió montada desde la yegua.
Toño
cínicamente se ofreció para ir en su lugar, ella lo miró con ternura. Casimiro
también puso su aporte farisaico (hipócrita) ofreciéndole su caballo para que
vaya más rápido.
—
Gracias chicos, pero iré yo.
Salió
sin decir más.
Yo
soñaba vestido de militar, reía con exageración, era feliz. Un comandante algo
robusto con bigote grueso me decía que tenía visita. Era Lucecita, corrí y la
abracé, luego nuestros rostros se encontraron y cuando iba a besarla sentí mi
rostro mojado. Un balde de agua gélida (fría) me despertó, era ella, el amor de
mi vida, miré el reloj y eran más de las ocho, ya no quise ir. Le dije que no
debió venir pues perderá el examen. Ella intentó persuadirme (convencerme).
—
Solo podemos rendirnos cuando estemos muertos, ¿acaso ya olvidaste esa frase
que siempre nos repite nuestro tutor? — me recordó.
Mientras
me alistaba ella fue por mi caballo y no estaba, papá se lo había llevado.
—
Si vamos los dos en tu yegua llegaremos muy tarde y ambos perderemos el examen,
mírala está cansada no podrá con los dos— le expresé con lasitud (desanimo).
— Debes ir tú— me pidió.
—
No ni hablar, no puedes pedirme eso.
—
Beto estamos perdiendo el tiempo, tú tienes más posibilidades para ganar esa
beca en los últimos días por mi
hermanito recién nacido y la salud de mi madre no le he dado
el énfasis necesario a los últimos temas.
|
—
También es tu sueño, no puedo aceptar.
—
Ve por favor, sé que llegarás tarde, el tutor ya debe haber hablado con el
director para que te permita dar el examen en los minutos restantes de las dos
horas.
Era
ese momento en que uno se siente entre la espada y la pared, ambos teníamos el
mismo sueño, que ella se sacrifique por mí era algo maravilloso, pero a la vez
me sentiría mal porque también ella tenía ese sueño y no soy quien para
cortárselo; por otro lado, no comprendía cómo pude quedarme dormido. Pensé de
todo en esos segundos, ella insistía en no perder más tiempo. ¿qué debo hacer?,
¿qué harían ustedes?
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