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ICEN QUE LOS NIÑOS SOMOS INOCENTES y esa inocencia con el
tiempo se va perdiendo. Fueron cuatro días en que vi a la profesora Paola muy
extraña, en cuatro días mostró una cara que no era suya. Un día nos trajo
chupetines a todos, a todos aquellos a los que en algún momento nos jaló las
orejas y nos gritó algo humillante se disculpó uno a uno. Conmigo le costó,
cuando me llamó me habló en un tono afable (amable).
—
Este chupetín es porque me olvidé de felicitarte por lo bien que declamaste la
otra vez con Sarita.
—
Gracias— le respondí.
Era
obvio que quería que cambiemos nuestro concepto hacia ella. Cuando la directora
envió la citación a los padres de familia varios les preguntaron a mis
compañeros si en algún momento la profesora los castigó injustamente o si los
pegó. Varios de ellos dijeron que sí, pero que ahora es buena. El objetivo de
la maestra había funcionado en cierta forma. En la reunión solo algunos padres fueron
duros con ella.
El
papá de Josué le dio con alma cuando les contó a los demás padres sobre la
oreja roja de su hijo. La mamá de James habló de la tardanza de la maestra. La
madrastra de Tiziana apoyó a la profesora, pues consideraba que si un niño se porta
mal se le debe castigar y si es necesario darles su par de nalgadas o zurriagazos,
lo consideraba apropiado. La maestra Paola estaba cabizbaja, sus manos las empuñaba
y maldecía a cada madre que hablaba en su contra.
La
mamá de Camilo tenía la voz muy delgada y a las justas se le escuchó decir que
a su hijo muchas veces lo ha humillado por su condición humilde y por su pequeño
tamaño. Al hermano mayor de Sarita le pareció estupideces tantas quejas, pues
él era agresivo y su padre les ha criado con golpes, por ello le pareció una exageración
tanta acusación. Cuando llegó su turno prefirió no opinar. Esa mañana Sarita le
pidió a su hermano que diga que muchas veces la maestra le jaló los cabellos y
la humilló por la cicatriz de su mano. Pero no lo hizo.
El
turno de mi abuela llegó. La maestra Paola había rezado tanto para que no
asista mi nona, pero fue la primera en llegar. Mi abuela un día atrás cuando
vino a dejarme al Jardín dialogó con el papá de Josué y recién se enteró de la
reunión. Mi profesora sacó mi cuaderno para que mi nona no lea la citación. Si
bien en clase escuché que hablaban de una reunión no le di importancia pues
pensé que habían citado a algunos y no a todos.
—
Quisiera empezar mi intervención contándoles un pequeño incidente que llamó mi
atención. Pues resulta que recién ayer me enteré de esta reunión y fue gracias
al señor Josué.
—
Permítame que la interrumpe, pero el comunicado lo pegué yo misma con la ayuda
de la auxiliar que ha empezado a asistir desde esta semana— mira a mi profesora—.
¿Tiene algo que decir al respecto? — le inquiere la directora.
—
Seguramente Gabriel olvidó su cuaderno.
—
Como le decía me pareció extraño, pero el hecho es que me enteré de esta
reunión y aquí estoy. Y quiero agradecer a la maestra Paola por los dulces que
muy generosamente les ha dado a los niños en estos días— mi abuela no era de
callarse nada y fue muy directa—. Al parecer recién esta semana su amabilidad
despertó, ojalá siempre hubiera sido así.
La
directora no sabía ese detalle y algunos padres cuchichean sobre ello porque
sus hijos algo les comentaron y la llamaron buena a la maestra. Mi abuela se queda
en silencio, espera que la dejen hablar y luego prosigue.
—
Estoy indignada, ayer me enteré que mi nieto en la primera semana de clases estuvo
en este salón encerrado, la profesora se ausentó por más de dos horas y por
ello a mi nieto no le quedó más remedio que orinarse y encima la profesora le
hizo limpiar el salón. Algunos padres vuelven a cuchichear rajando de la profesora
Paola.
—
¿Qué hubiera pasado si en ese momento se hubiera dado un terremoto? Pido a la
maestra que antes de continuar me diga por qué hizo esa maldad, ¿acaso los
niños deben estar encerrados como en una jaula?
—
Pido las disculpas por ese incidente, la verdad es que mi intención no fue
encerrarles como ustedes pueden ver—señala la reja— esa puerta es algo alta
para un niño y seguramente él no pudo abrirla.
—
No mienta profesora, esa puerta estuvo con candado.
—
El candado como ustedes pueden ver está sobrepuesto a un costado porque con
ello se asegura cuando terminan las clases, seguro Gabriel pensó que estaba con
candado.
El
señor Josué apoya a mi nona y agrega lo que mi amigo le contó.
—
Mi hijo me comentó que también intentó abrir esa puerta y estaba con candado,
él también tenía ganas de miccionar y se aguantó. Incluso pidieron a su
compañero más alto, creo que se llama Marco para que quite el candado y
comprobaron que estaban encerrados.
La
profesora Paola prefiere no decir más y reitera sus disculpas.
—
Muchas madres aquí presentes somos de condición humilde y no por eso mi nieto
debe ser humillado.
Mi
abuela con su voz quebrada les contó cómo se burló de mi Max 5 (recuerdan cómo
era mi carro), lo sacó de su bolso y se los mostró.
—
Para mi nieto esto es un carro, él le llama Max 5, la verdad no sé nada de
televisión ya que él dice que hay un auto en la tele con ese nombre. Mi nieto
se lo hizo porque en casa no tenemos para comprarle un juguete. Cómo es posible
que la maestra se burle del juguete de mi nieto y no le haya hecho valer su
exposición y le exigió que lo haga con un juguete de verdad.
La
mamá de Camilo levanta la mano y se disculpa por interrumpir.
—
Camilo también me contó eso y el carro de mi hijo es viejo y sin una llanta y la
profesora se burló.
La
mamá de James recordó cuando su hijo le pidió un carro de madera y cuando lo
vio en su casa su hijo le había puesto la M y el número cinco. “Mamá es mi Max5
“, le dijo.
—
Mi nieto ha pasado por momentos familiares muy difíciles y si viene aquí es para
aprender y no para que se lo pase castigado toda la mañana en una esquina del
salón. La señora de limpieza me ha dicho que ha visto a mi nieto casi todos los
días castigado. Dígame, ¡por qué!, ¡qué tiene contra mi nieto! — levanta la voz
mi abuela por tanta indignación.
—
Le pido se calme— le sugiere la directora.
Mi
abuela respira hondo. Mira a la señora Romaña y prefiere no tocar el tema de la
lonchera.
—
Hay días que mi nieto fingía estar enfermo para no asistir al Jardín. Tuve que
convencerlo de mil formas, le pregunté tantas veces por qué le tenía animadversión
a este lugar y ahora comprendo por qué. Creo que usted se ha equivocado de
profesión y si con esta reunión no se llega a nada me quejaré con quien tenga
que hacerlo, pero ya no puede seguir siendo la profesora de mi nieto— se dirige
a los demás—, ¿Permitiremos que sigan humillando a nuestros hijos?
Varios
cuchichean y muestran su apoyo a mi abuela. Le dieron la palabra a la maestra
Paola y en vano intentó excusarse. Quiso conmoverlos diciendo que llega tarde
porque tiene a su madre enferma y hasta derramó lágrimas de cocodrilo. Su
defensa no convenció a la mayoría de los padres de familia. La directora pidió
tiempo para evaluar la situación de la profesora.
Después
de la reunión la profesora Paola inventó problemas familiares conmovedores para
que la directora no emita un informe.
—
Debe comprender que en este Jardín no puede seguir. Lo único que podría hacer
es pedirle que dimita (renuncie) para no perjudicarla.
—
¿No hay otra forma?
—
Ya escuchó a los padres de familia.
—
Pero no eran todos.
—
Lo siento, no hay nada más que se pueda hacer.
El
día lunes al regresar de clases mi abuela quiso saber si la profesora Paola
hizo clases en mi salón. La respuesta es un NO. Hoy fue un día diferente, las
clases la hizo la auxiliar hasta que envíen una nueva profesora. A la hora de
la salida vino la maestra Paola a llevar sus cosas, me mató con su mirada.
“Pronto volveré”, me amenazó.
Pasaron
dos semanas. La directora mandó un comunicado que desde el lunes tendremos una nueva
maestra. Ese día me levanté temprano, muy emocionado como si fuera mi primer
día de clases. Mi nona no pudo traerme y vine con mi tía y mi hermano. Me
dejaron a unas cuadras y llegué corriendo. En el salón ya estaban algunos de mis
compañeros.
—
Paula y Sarita han ido a la dirección para ver si ya llegó la nueva profesora—
me cuenta Tiziana quien me saluda con un beso en la mejilla y me llamó novio.
Le
digo que somos muy pequeños para esas cosas, me cuenta que vio una novela donde
los protagonistas se conocieron desde niños. Prefiero sonreír y no darle
importancia. Después de unos minutos la campana suena y salimos a formar, la auxiliar
nos acompaña y no veo por ningún lado a la maestra nueva.
Mientras
cantamos el himno de Arequipa veo a la profesora Paola, me quedo paralizado,
ella nos da una sonrisa malévola, Sarita voltea a mirarme. Me pongo nervioso de
solo pensar que nos han timado con la llegada de una nueva maestra. En eso, de
la dirección sale una linda señorita, es muy joven, acompañada de la directora.
El alma regresa a mi cuerpo. La profesora Paola la mira con desprecio y se
dirige a nuestro salón.
Mi
atención está en la maestra Paola quien después de unos segundos sale con unos
adornos que había olvidado llevarse. La directora presenta a la miss Laura.
Todos los de mi salón estamos emocionados y aplaudimos.
¿Cómo
será la nueva profesora?
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