CAPÍTULO 21
RICARDO
(Ricardo)
R
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ECUERDO LA BROMA de mi amigo el
futbolista en la fiesta patronal cuando dijo que Beto se le declaró a mi hija
como todo un poeta. ¡Maldito infeliz tuviste que mentirme!
Ayer
a la hora de la cena intenté disimular mi cólera contra mi hija. Tenía que
comprobar lo que parece evidente. Lucecita me habló muchas veces tan mal de
Casimiro que podría ser una más de sus mentiras. Si tan solo Rodrigo me hubiera
confirmado, pero no lo hizo.
—
Cariño este sábado iré al pueblo, ¿necesitarás algo? — le pregunté a mi esposa
Paulina.
El
semblante de mi hija cambió cuando me oyó decir que mañana me ausentaré hasta
la tarde, se da cuenta que la observo y apaga su sonrisa.
—
Luego te aviso— me responde mi esposa.
—
Papá, ¿podrás comprarme un cuaderno nuevo? no lo olvides por favor— me pide
Lucecita.
Desde
aquella vez en que los vi en el río no se han vuelto a ver y eso me consta
porque yo mismo la vigilé. El único lugar donde deben de verse es en el
colegio.
Hoy
es sábado y no hay clases sino iría a averiguar a su colegio. Pero ya urdí
(tramé) un plan desde anoche, por eso dije que iré al pueblo cuando en realidad
pienso ir a descubrirlos. Casimiro me dijo que todos los sábados Beto apoya a
sus padres pasteando los animales. Mi hija lo sabe, durante el desayuno la vi
impaciente como si quisiera que me vaya cuanto antes. Seguramente piensa ir a
buscarlo y de ser así que se olvide de este pueblo porque la llevaré lejos de
aquí.
Mi
nombre es Ricardo y tengo 30 años. Paulina es de mi edad y fuimos padres cuando
éramos adolescentes. Los vecinos cuando veían la barriga de mi esposa nos
decían que iba a ser o bien varón o que llevaba gemelos. Saben, hay una incertidumbre
que siempre he tenido: Margarita, la mamá de Beto para entonces tendría sus
veinticinco años fue quien atendió el parto de mi esposa.
Paulina
tuvo un parto complicado, ese día estuve ebrio y cuando entré a la fuerza les
juro que vi dos bebés (esos detalles lo leerán en la segunda parte de este
libro donde sabrán sobre el hermano mellizo de Lucecita).
No
quiero que mi hija tenga enamorado, los jóvenes muchas veces no miden las
consecuencias y se dejan llevar por el momento y se los digo por experiencia.
Por eso si alguien es adolescente mejor piense en sus estudios porque la vida
tiene etapas y es mejor vivir cada una de ellas y no adelantarnos. Un hijo
jamás es un error. Lucecita es mi tesoro más preciado. Cuando supe que Paulina
estaba embarazada se me cayó el mundo, pues uno muchas veces es nada cuando es
adolescente.
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La
pasé fatal porque tuve que dejar mis estudios, las fiestas. Soñaba con ser un
profesional y por eso admiro a Beto porque él no quiere conformarse con ser un
campesino. Con eso no estoy menospreciando la labor agraria, sino que muchos
que somos del campo y de pueblo creen que la única opción para el futuro es ese
destino por la falta de oportunidades. Aunque mi hija no tiene opción para
conseguir la beca (por la cual luchan Beto y Toño junto con los mejores alumnos
de toda Moquegua) quiero que sea una profesional. Por eso no permitiré que
cometa el error que en mi adolescencia tuve con su madre.
Mi
cuñado Adolfo tenía razón cuando aquella vez en la fiesta patronal en son de
broma me dijo que no debería reclamarle nada a mi hija porque he enamorado con
su hermana desde los trece años. No se trataba de ser incoherente al no aplicar
el famoso dicho: “La vaca no se acuerda cuando fue ternera”. Me acordaba
perfectamente, por eso no quiero que mi hija cometa el mismo error de arruinar
su futuro por estar con amores con un jovencito. Quería cuidarla de un embarazo
precoz como le pasó a mi esposa.
Solo
les puedo decir que no es el momento que mi hija tenga enamorado y no voy a
permitir por ningún motivo que Lucecita esté con Beto.
Cuando
subo al caballo mi hija sostenía a su hermanito en sus brazos. La miro con
seriedad pues solo espero que sea una mentira más de Casimiro porque si los
descubro la mandaré donde su tía y como ya les dije no voy a permitir que ande
con enamoramientos. Y más le vale a Beto no haberme mentido.
Le
regalo una sonrisa forzada y me marcho supuestamente al pueblo.
Llevo
mi caballo donde uno de mis vecinos y luego voy a pie a enfrentar la verdad. Al
llegar a una de las chacras de Beto me oculto y allí me quedo por un momento. Está
durmiendo en el pasto, luego veo llegar a Rodrigo. Está a varios metros y se
queda parado por un momento. Ese muchachito es un poco extraño, dicen que su
madre está mal, ya me daré un tiempo para visitarla. Rodrigo camina lentamente,
Beto no se percata pues sigue echado y encima de la cara está su sombrero de
paja.
(Rodrigo)
Sin
hacer ruido el dúo malvado se interpone en mi camino. Quise llamar a Beto y
Casimiro me tapa la boca. Él sigue durmiendo y no se percata. Toño observa unas
ramas moverse y logra ver al papá de Lucecita, pero no dice nada. Me llevan a
empujones hasta mi casa y percibo el olor a licor.
—
Pensé que tenías palabra— me reclama Toño y me da un puñete cerca al estómago.
—
Un maldito como tú no merece esa beca ni a Lucecita— le espeto sin miedo.
—
¡Calla miserable! — me grita Casimiro.
—
Tú eres otro enfermo y un marica porque no sabes perder y solo piensas en
venganza— le digo en su pelada cara.
—
Así agradeces la ayuda que te di— me encara y saca de su bolsillo varios
billetes—. Esto es por los días que trabajaste como mi muchachito— se burla sin
piedad, los lanza al aire y caen como lluvia. Luego saca un fajo de billetes y
los pone en mi bolsillo.
—
Te crees por tu sucio dinero—saco los billetes y se lo tiro en la cara.
Casimiro
quiso golpearme y antes de hacerlo se agarra el estómago y se queja de dolor.
—
Voy a despedir a mi empleada el desayuno que preparó seguro me ha caído mal.
—
Siempre buscas a un culpable cuando lo que tienes debe ser náuseas por haber
tomado. Debe darte vergüenza, tan chibolo
y ya te crees un adulto solo por beber licor.
Le
dan ganas de vomitar y sin pedir permiso va al baño. Me quedo con Toño y no
deja de injuriarme (insultarme).
—
Te das el lujo de botar el dinero cuando sabes muy bien que lo necesitas porque
tu mamá no está trabajando y cómo eres un pobre huérfano de padre…
—
¡Vete de mi casa y déjame en paz! — le grito.
—
Recoge ese dinero sino con que le vas a comprar las medicinas a tu mamita.
Aunque creo que haces bien ya que si no le das sus medicamentos se morirá y eso
sería lo mejor...
—
Cuida tu boca— le advierto.
— Tal vez sea mejor que tu mamá se muera
porque debe darle vergüenza tener un hijo maricón, un hijo sin palabra.
Al
oír ello le escupo en la cara y le mando un puñete. Parece no dolerle por los
efectos del alcohol.
—
Quien debe sentir vergüenza eres tú. No solo eres un hipócrita sino un maldito
asesino, un abusivo de animales. Digas lo que digas más tarde les advertiré a
Lucecita y Beto y no solo eso, sino que sabrán la clase de lacras que son ustedes.
—
En estos momentos don Ricardo ya debe saber la verdad y tendré el camino libre
con Lucecita— se alegra el muy memo.
—
No solo Beto perderá. ¿Acaso no sabes lo
que don Ricardo hará si sabe sobre el enamoramiento de su hija?
Toño
no estaba al tanto que el papá de Lucecita se la llevaría fuera del pueblo.
Pone cara de asombro y recién piensa en ese detalle.
(Ricardo)
Me
cansé de esperar. Mi hija no ha venido, doy una sonrisa de tranquilidad ya iba
a irme y escucho unos pasos. No puede ser es mi hija, con su dedo del medio le
pide a su mascota no haga bulla para darle una sorpresa a Beto. Espero un buen
momento y no veo nada comprometedor al igual que la otra vez. Doy una
sonrisa porque solo se comportan como amigos. Ya iba a irme y en eso ella lo
besa en la boca. Beto corresponde a su
beso, es un ósculo de varios segundos. Empuño mi mano al ver cómo ella se
cuelga en su cuello y él presiona su cintura acercándola más a él. Esto es
demasiado. Beto, ¡estás muerto!
(Toño)
No
había pensado en ese maldito detalle. No quiero que se lleven a Lucecita.
Rodrigo da una sonrisa al verme pensativo.
—
Hablaré con su papá y evitaré que se vaya. Lo más importante es que ellos jamás
estarán juntos— digo para disimular mi enfado.
—
Lucecita pronto sabrá la clase de persona que eres. Es más, hablaré con el
director para que te retiren del concurso por tu falta de probidad (honradez).
Su
amenaza me descontrola, el licor nubla mi mente y la furia se enciende. Lo agarro
desprevenido y le mando un par de golpes. Rodrigo hace lo posible por
defenderse.
Su
mamá intenta pararse de la cama al oír gritos, eso lo distrae y aprovecho para
darle otro puñete que lo tumba al suelo. Al caer queda inconsciente, la
borrachera nuevamente fluye y le doy una serie de patadas sin darme cuenta que
de su cabeza salía sangre. Casimiro vuelve del baño y me detiene. Ambos lo
miramos inmóvil.
Casimiro
se acerca al cuerpo de Rodrigo y sigue sin reaccionar, al moverlo recién veo la
sangre que salía de su cabeza.
—
Imbécil, ¡lo mataste!, ¡lo mataste! —
grita asustado Casimiro.
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