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I TÍO ELÍAS SE RETIRA AL PATIO, su hermana le pide evite mi
paliza. No la escucha y va al taller de zapatos. Mi hermano estaba durmiendo,
mi tía lo despierta y cuando la escucha no le presta atención.
— Ya me
parecía raro que alguien le regale una lonchera tan costosa. Eso le pasa por
ladrón— le responde.
— Tu papá es
un loco, tenemos que hacer algo.
— Para eso me
despiertas. Si Gabo se ha portado mal merece un castigo quien lo manda a
robarse una lonchera.
— Cómo puedes
ser tan insensible— le jala la colcha—. Párate y ve a la calle para que apures
a mi mamá, solo a ella le tiene miedo.
Papá se
tambalea por la borrachera y me exige que estire mi mano ladrona. Me da un
latigazo en las piernas y me grita para que estire la mano. Cuando me dio el
primer zurriagazo (latigazo) en la mano ve a un costado un jebe que mi abuelo
tenía colgado en la pared. Lo coge y me da otro latigazo y a esto se suman uno
tras a otro. Pido ayuda y grito por el dolor de tremendos golpes. Mi cuerpecito
estaba en el suelo, mi cara bañada en sangre por las bofetadas recibidas.
Creo que mejor
no sigo contándoles como me golpeó mi padre, ahora lo recuerdo y me salen
lágrimas. Espero no haber removido algunos sentimientos en tu corazón. Papá se
portó como un demonio. Mi llanto y gritos fueron tan terribles que hasta
conmoví el duro corazón de mi tío quien vino a detener a mi padre. A él también
le cayó unos golpes, logró coger el látigo y se lo quita.
— Maldito abusivo mira
cómo has dejado a mi sobrino— lo empuja y papá cae al suelo.
Mi tío Elías se acerca
a levantarme, papá aprovechó para pararse y coge el látigo que mi tío dejó y me
da un par de zurriagazos en toda la espalda. Mi tía estaba en la puerta y en
cuanto vio a mis abuelos les alarmó de lo que estaba pasando. Mi nona ingresó y
con un solo grito lo detuvo. No sé por qué a ella le tiene cierto temor (ya les
contaré más adelante).
Seguramente
están maldiciendo a mi padre por su forma de ser. Mi cuerpo estaba maltratado.
Tal vez digan y por qué no lo denunciaron, recuerden que en la década de los 80
y aún mucho antes los padres o en la escuela se corregía con golpe. Pero ahora
era distinto porque una cosa es un par de golpes y otra que sea un salvaje y me
haya dejado moribundo. Mientras estuve en el suelo llorando lo odié con todo mi
corazón.
Mi tío Elías fue a mi
casa a esperar a que mi madre llegue y en cuanto le avisó tuvo una reacción
tranquila.
— ¿Acaso no escuchaste
lo que acabo de decirte?
— Me imagino que fue
por esa lonchera que robó en su Jardín.
— Tú sabes que mi
sobrino no es de mi agrado, pero hasta al más insensible le conmueve la forma
tan salvaje como lo ha dejado.
— Seguro le dio un par
de latigazos y se lo tiene merecido.
Mamá ingresó a la casa
y papá no estuvo.
— Mi madre quiere que
vayas a la casa.
— Elías estoy cansada.
— Solo ven conmigo y
verás que esta vez el abusivo de Roque ha exagerado. Mamá quiere denunciarlo.
Al oír ello mi madre
vino a la casa de mi abuela. Cuando me encontró con la cara bañada de sangre se
asustó. Mi abuela se pone un abrigo y pide a mi tío Elías que busque un taxi
para ir a la comisaría.
— Voy a traer al
policía para que vea como ese desgraciado ha dejado a mi nieto. No comprendo
cómo puedes seguir con ese vago.
— Ahora dices eso, te
recuerdo que antes lo adorabas.
— Pues no conocía la
clase de basura que es.
Mamá le suplica para
que no vaya a la comisaría. Mi tía me curaba, mi hermano me mira y era como si
le alegrara verme tan mal. En vez que mi madre se acerque a curarme se preocupó
más en impedir que denuncien al abusivo de Roque. Creo que mejor lo llamo de
esa forma porque no parece mi padre.
Mi tía motiva a mi
Mamá Grande para que denuncie a Roque, mi madre la calla.
— Sé que ha exagerado
y hablaré con él.
Mi abuelo tenía un
carácter paciente y les pidió que dejen de hablar y que mejor me atiendan. Mamá
recién se acercó y ayudó a mi tía a curarme. A los tres días mamá se dio una
escapada para verme y recién vio los efectos de la golpiza. Ya se imaginarán
cómo estuve con decirles que tenía que dormir de costado porque tenía la
espalda adolorida y estaba con ronchas y verde.
Mamá prefirió irse
para no escuchar el reproche de mi abuela. Mi tío la detiene y le pregunta si
ya le puso en su lugar a Roque y le dice que no sabe nada de él desde la noche
que me golpeó. Al escuchar eso me animo a ir a mi casa.
Dejo una nota en mi
cama para que mañana cuando mi nona no me encuentre no se asuste. En ella le
comunico que me fui a acompañar a mamá ya que Roque no está. Mi hermano ya
estaba dormido y salgo sin hacer ruido. La distancia entre ambas casas no era
mucha, bastaba unos quince o veinte minutos a pie. Mientras camino lo hago
despacio porque aún me duele el cuerpo. Creí que podía alcanzar a mamá, pero
debió caminar rápido. Quiero darle una sorpresa.
Mamá, a unos metros antes
de llegar a su casa vio la luz prendida, supuso que ya volvió Roque y al
ingresar lo encuentra borracho. Dicen que el peor error que uno puede cometer
es reprender a una persona ebria. Mamá cometió ese error. Cuando escuchó que mi
nona aún sigue pensando en denunciarlo explotó.
— Pues que lo haga ya
me tiene harto esa vieja loca. Cree que me seguirá asustando por saber…— se
calla porque se da cuenta iba a ser imprudente.
— A qué te refieres,
qué es lo que ibas a decir.
— Nada, nada— bebe del
pico de la botella.
Mamá intenta quitarle
la botella y la empuja. Le reclama su violencia.
— Será mejor que
mañana busques a mi madre y te disculpes con ella.
— Ni loco haré eso.
— Si no lo haces te
denunciará. Acaso no lo entiendes.
Papá da el ultimo
sorbo del trago que tenía, busca en sus bolsillos dinero y no tenía. Ve el
bolso de mamá, mira de un lado a otro y aprovecha que ella está en el baño.
Coge el bolso y empieza a buscar algo de dinero. Mamá regresa y se asusta
cuando lo ve con su bolso. Tal susto no era por el poco dinero que podría sacar
sino porque allí tenía algo que podría enloquecer a Roque. De inmediato intenta
quitarle el bolso.
Me falta una cuadra
para llegar, estoy algo agitado, mi rostro está helado. Froto mis manos y después
de unos segundos veo la luz de la casa prendida. Doy una sonrisa. Mamá debe
sentirse sola, pensé.
Mis padres forcejean
por el bolso. Roque le da un empujón y mamá cae al suelo.
— Solo quiero un billete para un pequeño
pisco.
Mamá se pone de pie y
lo que quiso evitar no pudo. Los ojos de Roque parecían del demonio. Mira a mi
madre y quiere matarla.
¿Por qué?



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