:

:

CAPÍTULO 5: Los zurriagazos












M
I TÍO ELÍAS SE RETIRA AL PATIO, su hermana le pide evite mi paliza. No la escucha y va al taller de zapatos. Mi hermano estaba durmiendo, mi tía lo despierta y cuando la escucha no le presta atención.
          — Ya me parecía raro que alguien le regale una lonchera tan costosa. Eso le pasa por ladrón— le responde.
          — Tu papá es un loco, tenemos que hacer algo.
          — Para eso me despiertas. Si Gabo se ha portado mal merece un castigo quien lo manda a robarse una lonchera.
          — Cómo puedes ser tan insensible— le jala la colcha—. Párate y ve a la calle para que apures a mi mamá, solo a ella le tiene miedo.

          Papá se tambalea por la borrachera y me exige que estire mi mano ladrona. Me da un latigazo en las piernas y me grita para que estire la mano. Cuando me dio el primer zurriagazo (latigazo) en la mano ve a un costado un jebe que mi abuelo tenía colgado en la pared. Lo coge y me da otro latigazo y a esto se suman uno tras a otro. Pido ayuda y grito por el dolor de tremendos golpes. Mi cuerpecito estaba en el suelo, mi cara bañada en sangre por las bofetadas recibidas.
          Creo que mejor no sigo contándoles como me golpeó mi padre, ahora lo recuerdo y me salen lágrimas. Espero no haber removido algunos sentimientos en tu corazón. Papá se portó como un demonio. Mi llanto y gritos fueron tan terribles que hasta conmoví el duro corazón de mi tío quien vino a detener a mi padre. A él también le cayó unos golpes, logró coger el látigo y se lo quita.
— Maldito abusivo mira cómo has dejado a mi sobrino— lo empuja y papá cae al suelo.

Mi tío Elías se acerca a levantarme, papá aprovechó para pararse y coge el látigo que mi tío dejó y me da un par de zurriagazos en toda la espalda. Mi tía estaba en la puerta y en cuanto vio a mis abuelos les alarmó de lo que estaba pasando. Mi nona ingresó y con un solo grito lo detuvo. No sé por qué a ella le tiene cierto temor (ya les contaré más adelante).

          Seguramente están maldiciendo a mi padre por su forma de ser. Mi cuerpo estaba maltratado. Tal vez digan y por qué no lo denunciaron, recuerden que en la década de los 80 y aún mucho antes los padres o en la escuela se corregía con golpe. Pero ahora era distinto porque una cosa es un par de golpes y otra que sea un salvaje y me haya dejado moribundo. Mientras estuve en el suelo llorando lo odié con todo mi corazón.
         
Mi tío Elías fue a mi casa a esperar a que mi madre llegue y en cuanto le avisó tuvo una reacción tranquila.
— ¿Acaso no escuchaste lo que acabo de decirte?
— Me imagino que fue por esa lonchera que robó en su Jardín.
— Tú sabes que mi sobrino no es de mi agrado, pero hasta al más insensible le conmueve la forma tan salvaje como lo ha dejado.
— Seguro le dio un par de latigazos y se lo tiene merecido.
Mamá ingresó a la casa y papá no estuvo.
— Mi madre quiere que vayas a la casa.
— Elías estoy cansada.
— Solo ven conmigo y verás que esta vez el abusivo de Roque ha exagerado. Mamá quiere denunciarlo.
Al oír ello mi madre vino a la casa de mi abuela. Cuando me encontró con la cara bañada de sangre se asustó. Mi abuela se pone un abrigo y pide a mi tío Elías que busque un taxi para ir a la comisaría.
— Voy a traer al policía para que vea como ese desgraciado ha dejado a mi nieto. No comprendo cómo puedes seguir con ese vago.
— Ahora dices eso, te recuerdo que antes lo adorabas.
— Pues no conocía la clase de basura que es.
Mamá le suplica para que no vaya a la comisaría. Mi tía me curaba, mi hermano me mira y era como si le alegrara verme tan mal. En vez que mi madre se acerque a curarme se preocupó más en impedir que denuncien al abusivo de Roque. Creo que mejor lo llamo de esa forma porque no parece mi padre.

Mi tía motiva a mi Mamá Grande para que denuncie a Roque, mi madre la calla.
— Sé que ha exagerado y hablaré con él.
Mi abuelo tenía un carácter paciente y les pidió que dejen de hablar y que mejor me atiendan. Mamá recién se acercó y ayudó a mi tía a curarme. A los tres días mamá se dio una escapada para verme y recién vio los efectos de la golpiza. Ya se imaginarán cómo estuve con decirles que tenía que dormir de costado porque tenía la espalda adolorida y estaba con ronchas y verde.

Mamá prefirió irse para no escuchar el reproche de mi abuela. Mi tío la detiene y le pregunta si ya le puso en su lugar a Roque y le dice que no sabe nada de él desde la noche que me golpeó. Al escuchar eso me animo a ir a mi casa.
Dejo una nota en mi cama para que mañana cuando mi nona no me encuentre no se asuste. En ella le comunico que me fui a acompañar a mamá ya que Roque no está. Mi hermano ya estaba dormido y salgo sin hacer ruido. La distancia entre ambas casas no era mucha, bastaba unos quince o veinte minutos a pie. Mientras camino lo hago despacio porque aún me duele el cuerpo. Creí que podía alcanzar a mamá, pero debió caminar rápido. Quiero darle una sorpresa.

Mamá, a unos metros antes de llegar a su casa vio la luz prendida, supuso que ya volvió Roque y al ingresar lo encuentra borracho. Dicen que el peor error que uno puede cometer es reprender a una persona ebria. Mamá cometió ese error. Cuando escuchó que mi nona aún sigue pensando en denunciarlo explotó.
— Pues que lo haga ya me tiene harto esa vieja loca. Cree que me seguirá asustando por saber…— se calla porque se da cuenta iba a ser imprudente.
— A qué te refieres, qué es lo que ibas a decir.
— Nada, nada— bebe del pico de la botella.
Mamá intenta quitarle la botella y la empuja. Le reclama su violencia.
— Será mejor que mañana busques a mi madre y te disculpes con ella.
— Ni loco haré eso.
— Si no lo haces te denunciará. Acaso no lo entiendes.
Papá da el ultimo sorbo del trago que tenía, busca en sus bolsillos dinero y no tenía. Ve el bolso de mamá, mira de un lado a otro y aprovecha que ella está en el baño. Coge el bolso y empieza a buscar algo de dinero. Mamá regresa y se asusta cuando lo ve con su bolso. Tal susto no era por el poco dinero que podría sacar sino porque allí tenía algo que podría enloquecer a Roque. De inmediato intenta quitarle el bolso.
Me falta una cuadra para llegar, estoy algo agitado, mi rostro está helado. Froto mis manos y después de unos segundos veo la luz de la casa prendida. Doy una sonrisa. Mamá debe sentirse sola, pensé.

Mis padres forcejean por el bolso. Roque le da un empujón y mamá cae al suelo.
 — Solo quiero un billete para un pequeño pisco.
Mamá se pone de pie y lo que quiso evitar no pudo. Los ojos de Roque parecían del demonio. Mira a mi madre y quiere matarla.


¿Por qué?















No hay comentarios:

Publicar un comentario