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CAPÍTULO 13: La preocupación de Paola


















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O AVISÉ A MI MAMÁ GRANDE SOBRE la pérdida de mi juguete. Camilo la vio ayer por la tarde y se encargó de comunicárselo, por ello se presentó en la dirección para reclamar sobre mi regalo. La directora se defiende indicándole que tomó medidas porque buscaron las cosas de cada uno de mis compañeros y también le aclaró que no debí traer mi juguete.
— Tengo entendido que las exposiciones ya pasaron— menciona la directora.
— Eso quiere decir que si otro día por equivocación mi nieto trae dinero y se le pierde no es culpa del colegio— le retruca (contradice) mi nona.
La directora viene a mi salón y la maestra Paola vuelve a llegar tarde, en mi aula había un jaleo (bullicio), la directora los calla y en eso viene del servicio higiénico Marco y comunica que ha visto mi juguete en el baño. La directora pide que nos quedemos quietos en nuestros sitios, con mi abuela van al baño y encuentran en el wáter mi juguete. Ingreso y veo a José (mi juguete) en medio de la orina.
En mi salón Marco le exige a James que le dé dinero por apoyarlo, él le pide tiempo pues por la presencia de su padre los dos últimos días no tuvo propinas. Marco lo amenaza y le da el plazo de un día caso contrario lo delatará.

          Juanita se encargó de sacar mi juguete, la directora ordenó que lo boten. Pide a mi abuela para que la acompañe a la dirección y le entrega dinero para que me compre otro. Mi abuela no acepta. Culpa a la maestra Paola por descuidarnos.
— Mi nieto no puede seguir con esa maestra, pido lo cambie al salón de la profesora Fátima.
La directora estaba harta de las exigencias de mi abuela y le prometió que evaluará esa opción. Le pidió venga la siguiente semana para darle una respuesta.

Juanita me da ánimos para no llorar. Trae agua, echa lejía y desinfecta mi juguete. Me explica que a José le tocó nadar por unas aguas sucias y por eso es un gran nadador. Me pidió que a la hora de la salida lo recoja.

La maestra Paola, muy ladina (astuta), cuando llegó no pasó a marcar asistencia por la dirección, sino directo vino a mi salón. La directora la busca y le da una gran retada, Sarita se asoma a la puerta y oye parte de la conversación y da por hecho que desde la próxima semana me cambiarán al salón de la profesora Fátima. Por un lado, le alegra, pues a ella también le hubiera gustado cambiar de maestra y por otro le apena porque ya no me verá tan seguido. Regresa a su sitio, Camilo se acerca y le comunica lo que acababa de escuchar. Tiziana también lo oye y se encarga de difundir la noticia a todos. Al chisme le añadieron que me cambiarán de salón por culpa de James quien es un ladrón y envidioso. Eso lo agregó Paula, mi compañera gordita, pues escuchó cuando Marco le pedía dinero a James.
— ¡Eres un ratero, eres un ratero! — le gritaban a James.
— Eres un malvado y cochino, cómo pudiste botar el juguete de Gabo al wáter— le acusa Sarita.
— Eso no es cierto, eres una Cica fea.
— Entonces por qué Marco te amenazó— le encara Paula.
Camilo y Josué le exigen que diga la verdad. El riquillo llama a Marco, él viene y lo defiende. Pese a ello, mis amigos incitan a los demás a que le griten a James ladrón y así lo hacen.

James tiene ganas de llorar y pide a Marco nos calle. El grandulón intenta hacerlo y lo logra. James escucha que Sarita sigue llamándolo ladrón. Se enfada y la empuja. Me acerco a defenderla y el riquillo me insulta.
— Porque no te vas de una vez al otro salón.
— Nunca se empuja a una niña— le reprocho.
— Sarita despídete de tu novio porque desde la próxima semana ya no estará para defenderte.
— ¿De verdad te van a cambiar de salón? — me pregunta la bella Tiziana.
Su pregunta me causa gracia, no hay duda que es una niña agrandada, el otro día trajo el pintalabios de su mamá y la maestra Paola le jaló el cabello. Lloró como una niña consentida. Su mamá cuando la escuchó quejarse le remató con otro jalón de cabello por levantar lo que no debe. Según Tiziana su madre en realidad es su madrastra y se parece al personaje de los cuentos.
— No sé si me cambiarán. Mi Mamá Grande no me ha dicho nada— le respondo.
— Espero que no te cambien de salón porque desde hoy quería que seas mi novio porque si James es un ladrón eso no me gusta. Prefiero un novio pobre y no un ladrón— se dirige a James—. Lo siento, pero hemos terminado.
Marco suelta una risotada (carcajada) y otros compañeros también. Camilo y Josué nuevamente llaman ladrón al riquillo y motivan a los demás para que también lo hagan y se lo gritan con más fuerza.

En el salón solo había jaleo (bulla). La maestra ingresa enfadada y se desquita con nosotros.
— Profesora, ¿es cierto que Gabo estudiará en el salón de la profesora Fátima? — le pregunta Tiziana.
Nuevamente hacen bulla y algunos expresan sus preferencias por la profesora Fátima.
— Mira todo lo que causas por chismoso— me reclama y me castiga enviándome al fondo del salón para estar parado toda la mañana.
— Maestra Gabo no hizo nada ni siquiera está enterado que lo van a cambiar de salón— me defiende Josué.
— Cuántas veces te he dicho que no seas metiche— le jala la oreja izquierda y lo lleva al otro extremo de la clase. Tal jalón fue tan fuerte que vi los ojos llorosos de mi amigo.

Muchas veces me he preguntado que motivó a la profesora Paola para escoger la profesión de Educación. No quiero juzgarla, pero se ha equivocado de vocación. De reojo veo que lastima verbalmente a Sarita quien aún discutía con James.
La profesora ha bajado de peso (dicen que la preocupación y la depresión te quita el apetito) al parecer en la maestra eso ha pasado, aunque Tiziana que es tan chismosa como Paula afirman que está dieta porque su novio la ha abandonado por gorda. Por eso, en varias ocasiones James y Marco le decían a Paula que no coma mucho porque terminará como la profesora Paola. Ahora ya no la comparan con la profesora porque como ya dije ha bajado de peso.

La maestra siempre lleva consigo una regla grande, gruesa de plástico ya ha roto dos. Una hace poco cuando me golpeó en mi trasero y la otra con Marco porque es muy flojo para trabajar. No sé qué problemas tendrá la profesora, pero no tiene derecho a tratarnos mal. Ella hace que el Jardín sea como una jaula porque me siento prisionero y en su clase no puedo hacer nada porque todo me reprocha. Mis pies me duelen de tanto estar parado cuando intento apoyarme en la pared, la profesora levanta su regla y me amenaza con darme otro castigo más severo. Me paro derecho y veo a José, su oreja está roja, muy roja.
Era la primera vez que la profesora le jaló la oreja con tanta fuerza. De rato en rato se agarra su oreja. Me mira, me giña el ojo dándome a entender que todo está bien. Cuántas veces me ha defendido y está castigado por ello. Aprecio mucho su amistad.

El día lunes a primera hora la mamá de James expresó su enfado a la directora. James llorando le contó a su mamá como se burlaron de él y que lo llamaron ladrón.
— ¿Es cierto que por culpa de mi hijo cambiarán al niño Gabo a otro salón? — le pregunta airada (enfadada) a la directora.
— No cree que es lo mejor, así ya no tendrán conflictos.
— Mi hijo nunca ha hecho daño a nadie y no merece que lo llamen ladrón.
La directora se muere por decirle algunas verdades, pero no lo hace. No quiere perder a una buena colaboradora quien siempre dona cosas materiales al Jardín.
— Como usted sabe entre su hijo y Gabriel hay muchos roces. Si los alejamos nadie molestará a James.
— No lo sé. Pues si el cambio se da seguirán culpando a mi hijo. No comprendo porque consiente todas las quejas de aquella señora de quien no recuerdo su nombre.
— ¿Se refiere a la abuela de Gabriel?
— Sí, ella. Creo que no hay motivo para cambiarlos. A quien debe cambiar es a la profesora Paola.
El papá de Josué ingresa y se disculpa por la interrupción.
— Termino con la señora Romaña y lo atiendo— le indica la directora.
— No se preocupe, estoy buscando a la profesora Paola. Vengo de su salón y no estaba. Su colega me indicó que la busque por aquí— le comenta.
Como de costumbre y pese a la última llamada de atención aún no había llegado.
— Se da cuenta aquí el problema es esa maestra— agrega la señora Romaña.
— Mi nombre es Lucía—se acerca a Josué, así se llamaba el papá de mi amigo—. A mi hijo también le enseña la misma profesora. Dígame, ¿viene a presentar alguna queja sobre la maestra Paola?
— Pues sí. No voy a permitir que una profesora haya castigado a mi hijo teniéndolo parado por horas en una esquina y menos que lo maltrate.
— Será posible que les haya levantado la mano— se indigna la señora ricachona—. Ni que le haya levantado la mano a mi hijo.

La directora lo escucha y no sabe qué decir ante tales quejas. El día viernes la maestra Paola no solo le jaló las chuletas a mi amigo, sino también las orejas. Y cuando llegó a su casa su padre se percató porque sus orejas estaban rojas y Josué le contó lo ocurrido.
— Quisiera por favor que cambie a mi hijo a otro salón— pide el señor Josué.
— Se da cuenta que el problema es esa maestra— agrega la señora Romaña.
La directora no tuvo más remedio que acceder al pedido de que se convoque a una reunión para que los padres expongan si tienen más quejas y se decida el futuro de la profesora Paola. Ese lunes fue un día diferente, fue la primera vez que la profesora nos trató con paciencia, de su boca venenosa no salió ningún grito. Todos pensamos que estaba enferma. Esa actitud se repitió por dos días más. Paula se caracterizaba por ser chismosa y se encargó de averiguar por qué la maestra estaba rara.
— Mi mamá me dijo que tal vez boten a la maestra.
— ¡Sí! — gritaron con alegría muchos y me incluyo.
Empezamos a tocar las mesas como si fueran tambores, la señora Juanita ingresó y nos pidió silencio. La maestra Paola estaba en la dirección, al rato regresó y asesinó con su mirada a Juanita.

Pues en estos días que han pasado desde la visita del papá de Josué la directora preguntó a las demás profesoras sobre el comportamiento de la maestra Paola. Tres de ellas eran sus amigas y la apoyaron diciendo que nunca vieron agredir a ningún alumno. Sin embargo, la profesora Fátima no se calló nada, le contó todo lo que mi maestra hacía con sus amigas en su ausencia de como abandonaban sus aulas y se la pasaban en la cafetería chismeando y nos dejaban encerrados como si estuviéramos en una jaula. Le comentó cuando me oriné en el salón y que ha escuchado varias veces gritarnos de una manera exagerada y que nos humilla.

La directora era consciente que un par de veces la profesora Fátima se lo advirtió y no le dio importancia porque la maestra Paola siempre se mostró colaboradora, amable y aparentemente empeñosa y hasta ganó con la presentación de los mejores números artísticos por el Día de la Madre. La directora se enteró que si declamé con Sarita no fue por elección de mi profesora, sino por nuestra iniciativa.
Por otro lado, Juanita reafirmó lo dicho por la profesora Fátima y le expresó que el más perjudicado he sido yo.
— Yo misma le presté un buzo del cajón de cosas perdidas porque Gabriel estaba todo meado— le comentó lo que me pasó en los primeros días de clase.
— Ahora comprendo por qué habló tan mal de usted.

Ocurre que Juanita en dos ocasiones intentó hacerle abrir los ojos a la directora sobre las maldades de la profesora Paola, una de sus colegas le fue con el chisme. En venganza se puso de acuerdo con sus amigas para calumniar a Juanita. Le comentaron a la directora que la vieron llevarse artículos de limpieza del almacén de logística. La profesora Fátima fue la única quien la defendió. Eso ocurrió hace poco y por ello vi cavilada (preocupada) en algunas ocasiones a Juanita. La directora pensaba emitir un informe para que la despidan.
Gracias a las pesquisas (investigaciones) que hizo la directora en estos días no tuvo tiempo para encargarse del caso de Juanita.

La directora tenía todo claro. Sabía que la reunión del día viernes será complicada porque esas quejas y otras saldrán seguramente. No había otro camino la profesora Paola tenía los días contados para ser despedida.

Mi cambio de salón quedó postergado, la directora quiso que pase la reunión con los padres de familia para luego ver si me cambiaban de salón. El día viernes llegó. Ese día mi salón no tuvo clases. Mi abuela me da un beso y me pide que termine mi desayuno, se la veía ansiosa.
— Hoy botaremos a esa maestra, no te preocupes mi cielo— me dice mi Mamá Grande mientras bebe lo poco que queda de su taza de leche.

¿Habrá llegado el fin de la profesora Paola?



















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