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ALGO A TODA VELOCIDAD
para impedir que se lleven mi lonchera. Mi papá me castigará si se entera que
la perdí, pues no me creerá que ese niño lo ha botado. Mi maestra me detiene y
por más que intento explicarle lo que James ha hecho no logra entenderme.
— Está prohibido salir de la escuela.
— Mi lonchera está en la basura, por
favor ayúdeme a recuperarla.
— ¿Acaso eres sordo? Te dije que nadie
sale y no comprendo nada de lo que me dices. ¡Regresa al salón de inmediato! —
me ordena mientras da el último mordisco a su chocolate.
No hice caso y me fui corriendo hacia la calle. La maestra hizo un
esfuerzo para correr y me ve hablando con el jardinero quien jalaba el enorme
tacho de basura vacío. Los trabajadores de la basura golpean el metal del carro
y este arranca y se lleva mi lonchera. Corro como un loco gritando al carro recolector
para que se detenga, los dos trabajadores que van colgados se ríen y no me dan
importancia. “¡Espere, Espere! ¡Deténgase!”, grité en vano.
Sé que esa lonchera no me gustaba mucho, pero era la que me tocó tener.
Cuando le pedí a mis padres me compren una nueva me gritaron por mi terquedad.
Papá no me creerá y me va a pegar. En eso sentí un jalón de una de mis chuletas,
la maestra Paola me llevó de mi chuleta al salón. Me dolió tanto que me dieron
ganas de llorar, pero me contuve.
— Maestra ese niño es muy desobediente. Como la va hacer correr— se ríe
James.
La maestra lo castiga, en un tono muy horrible le grita y le ordena que
se pare al fondo del salón y mire la pared. Al otro costado me envió por
desobediente.
— Eso no es justo maestra— interviene Josué e intenta contarle lo que
pasó.
— ¡Cállate!, nadie te ha preguntado nada— también le gritó a mi amigo y
advirtió a todos que si alguien más hablaba no le dejará salir en el siguiente
recreo.
Me paro al fondo del salón y James me mira, ríe como si fuera el hermano
de Chucky y me saca la lengua. Estuve parado hasta la hora del siguiente
recreo. Sonó la campana y nos dejó salir. “Espero hayan aprendido la lección”,
nos dijo.
James y Camilo me sugirieron para dialogar con la directora. Ninguno la
conocía, fuimos a catear a su oficina, era una mujer flaca, lucía muy elegante
con su terno negro. Su cara era de mala y nos desanimamos.
— Mi Mamá Grande le avisará a mi padre y me pegará.
— ¿Tu papá es malo? — me pregunta Josué.
— Es muy explosivo. El año pasado mi
hermano mayor perdió su chompa en el colegio primario y le dio una buena
paliza.
Camilo se queda boquiabierto.
— En mi caso mi papá es mi mejor amigo
en cambio mi mamá es muy mala— nos
comenta muy apenado Josué.
— Mi primo que ya está en la
secundaria dice que cuando alguien te hace algo le puedes devolver con la misma
moneda— nos sugiere Camilo.
Su plan era hacerle lo mismo a James, no estuve tan de acuerdo, pero Camilo
era de esos niños pícaros y sin miedo a las consecuencias. Se encargó de sacar la
lonchera del niño ufano (creído). Con Josué fuimos donde James y lo entretuve reclamándole
por mi lonchera.
— Ahora está donde siempre debió
estar, es decir en la basura— se burla.
— Tienes que pagármela.
En cuanto vemos la señal de Camilo lo
dejamos. La campana suena y al volver al salón James se desesperó al no hallar
su costosa lonchera. Me culpó y como excusa le hice recordar que yo estuve
discutiendo con él durante el recreo.
Una niña bien despierta y muy risueña se acerca. Su nombre era Tiziana y
no Ana, eso nos aclaró cuando la maestra nos hizo presentarnos al inicio de la
clase. Ella había visto a Camilo botando la lonchera de James a la basura.
—
Si te digo quién fue, ¿aceptarías ser mi novio? — dijo como si fuera una
adulta. Era la mayor del salón, tenía seis años.
Todos nos matamos de la risa por lo
que dijo. Al parecer ve muchas telenovelas.
La maestra ingresó, Tiziana se acercó nuevamente a James y le susurró al
oído que su lonchera está en el tacho de basura del patio principal. El niño ufano
le pide permiso a la maestra para salir, usa como excusa que tenía una urgencia
para ir al baño. Va al patio principal y le pide al jardinero que vea si hay una
lonchera en el enorme tacho de basura, este la saca y la guarda en una bolsa a
pedido de James.
— Mañana le diré a mi nana que te dé una propina.
— Es lo justo no crees— le bromea.
El jardinero no quiso preguntar qué pasó, había visto tantas travesuras,
por ello lo tomó con normalidad.
A la hora de la salida James se me
acercó y parecía otra persona. Se disculpó por botar mi lonchera y me alcanzó
la bolsa con su lonchera. Me la regaló.
— Es cuestión que la laves y quedará como nueva. Es toda tuya.
Josué y Camilo pusieron cara de no entender nada. En casa quien se dio
cuenta de la nueva lonchera fue mi hermano mayor y le fue con el chisme a mi Mamá
Grande. Me pidió le diga la verdad de dónde he sacado esa bonita lonchera. Le mentí
que la cambié con la de un compañero. “Mañana preguntaré si es cierto” me
advirtió.
Al día siguiente no pudo acompañarme al Jardín, estaba con dolor de
cabeza. Mientras caminaba por la calle fui contento por tener una moderna y
nueva lonchera.
En clases a Josué y Camilo les cuento lo que le dije a mi Mamá Grande.
Observo a James y presumía su nueva lonchera, era parecida a la que me regaló.
La maestra llegó tarde, tenía su cabello mojado y abre la boca como si no
hubiera desayunado. Nos pide que del cajón de plastilinas busquemos la que
tiene nuestro nombre. Me quedo en mi sitio inmóvil.
— Gabo, ve por tu plastilina o la maestra te gritará— me sugiere Josué.
— No me gusta ese material— le miento.
Él va por su plastilina, busca el mío y no la encuentra. Observo a
Camilo y muy coqueto le dice a Tiziana que su cinta de cabello le queda muy
bien, ella le sonríe y le presta un poco de su plastilina. Deseé ser como Camilo
quien es tan pobre como yo y no se hace problemas. Josué no quiso ser
imprudente y me da la mitad de su plastilina.
La maestra pasa revisión y una compañera que está al lado de James no
tenía su material.
— Sarita, es el colmo que tus padres no hayan enviado tus útiles. Y
ahora qué vas hacer.
Mi pobre compañera se puso llorar ante el tono alto con el que le habló
la malvada maestra.
— Ni me llores porque no eres ninguna bebé— se toca el cabello y reniega
porque sigue mojado, salió tan apurada que no tuvo tiempo para secárselo—.
¿Alguien le puede compartir?
Varios la observan y nadie quiere compartir su material con ella porque
les provocaba animadversión la cicatriz de su mano. Al parecer se ha quemado. Sarita,
recién vino hoy a clases. Josué me hace un gesto y levanto la mano.
— Yo le prestaré maestra.
Sarita me da las gracias y James suelta un comentario tonto.
— Hacen bonita pareja, los dos son pobres y feos.
La maestra lo ignora y nos pide silencio. Nos indica que hagamos
animalitos con la plastilina. Se ausenta del salón.
Ha pasado una hora y la maestra no regresa. Tengo ganas de ir al baño,
quiero miccionar. La única salida del salón tenía dos puertas, una que era de
madera y también había una reja. Josué me ve inquiero e intento disimular. Me
pongo de pie y al acercarme a la puerta con reja estaba con candado. Eso me
desesperó. Miro a mis compañeros y reían como si no pasara nada. Muevo la reja
y me sentí como un ave encerrado en UNA JAULA.
— Gabriel ve a tu sitio. No seas un niño desobediente— interviene James
para molestarme.
No le hago caso y observo todo el salón por si hay un lugar privado para
miccionar y no hay. La directora no iba a llegar hasta las once de la mañana,
por ello mi maestra a sus anchas aprovechó on sus colegas para desayunar. Solo
una no estuvo con ellas porque no le parecía correcto dejar solos a los
pequeños y menos encerrarlos.
— ¡Maestra Paola! — grito mientras muevo la reja.
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— Hola novio mío— le dice con naturalidad.
— No digas eso— le exige James.
— En una película vi que los varones deben tener palabra. Ayer te dije
dónde estaba tu lonchera y por eso somos novios.
Sarita se ríe. Eso disgusta a Tiziana.
— No le veo el chiste— se acerca y le jala su trenza.
Sarita empieza a llorar. Camilo se acerca a consolarla y James ve la
figura de un superhéroe que hizo Camilo y de envidia lo destruye. Ambos
empiezan a insultarse.
El salón se volvió un caos, yo sigo en la reja y vuelvo a llamar a la
maestra. Solo les puedo decir que mi vejiga está a punto de reventar.
¡Oh Dios! ¡Qué hago!, ¡qué hago!
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