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Capítulo 17: Toño es retado







CAPÍTULO 17





TOÑO ES RETADO






(Toño)


C
ASIMIRO PASEABA CON SU CABALLO y me encontró bañándose en el río.
— Y ese milagro— me bromea.
Lo ignoro y seguí nadando.
— Sabías que Lucecita se fue de viaje con Beto— me comenta para molestarme.
— Ya lo sé, no me lo recuerdes— le respondo mientras salgo del agua y me seco un poco—. ¿Y cómo sabes que se fue con ella?
— Un compañero los vio en el pueblo tomando un bus. ¿Sabes si ya son enamorados? — me pregunta.
— ¿Por qué lo dices?
— Porque si no lo son tal vez en este viaje algo pase.
Debo confesar que también pensé en esa posibilidad.
— Eso nunca pasará, ¿acaso ya olvidaste la carta que husmeaste la otra vez en mi cuarto? — se lo recuerdo.
Han pasado varios meses desde aquel día, de no haber escondido esa misiva (carta) ya hubieran sido enamorados.

(Beto)

El bullicio de los presentes se oye pidiéndole a Lucecita me acepte.
— Sí quiero— responde con alegría.
La banda toca y nos pusimos a bailar, todos aplaudían. Luego ella sacó a alguien; yo, a otra y se armó la cadena de parejas. La besé, la besé con pasión. Fui feliz.
— Felicitaciones— nos expresa Rodrigo, no esperaba verlo en este pueblo. Él tenía familia aquí y por eso vino.

Desde el día que lo defendí de Casimiro no lo volví a ver. Nos contó que desde aquella fecha se vino a este pueblo para el entierro de su abuela.  Sus familiares les pidieron se queden hasta la fiesta patronal y por eso seguían allí. Le di mi más sentido pésame.
— Espero estés bien, perder a alguien es doloroso.
— Lo dices por Pastor, ¿verdad? — me dice apenado.
Me cambia el tema para no recordar que en cierta forma es su culpa que haya muerto mi mascota porque no lo auxilió.
— Hacen una bonita pareja— nos felicita.
Le pedimos que nos guarde el secreto y aceptó gustoso.
 
Los días en aquel pueblo me ayudaron bastante y la felicidad volvió a mi vida al saber que ya tengo enamorada. Al volver mi tutor creyó que hice bien en distraerme. Al verme renovado me pidió me ponga al día porque el examen por la beca cada vez está más cerca.
— Es bueno despejarse un poco, pero ahora debes usar bien tu tiempo.
Tenía razón porque en la siguiente fase no habrá empate sino solo un ganador. Toño me prestó sus apuntes y quiso saber cómo me fue en mi viaje. Le conté a grandes rasgos sobre la fiesta y el campeonato de fútbol, pero no le conté nada sobre mi reciente relación con Lucecita.
En los siguientes días Toño notó que de rato en rato nos mirábamos en clases con Lucecita.
— Pasó algo novedoso en tu viaje— me preguntó como si sospechara algo.
Recordé la promesa que hicimos con Lucecita: nadie debe saber que somos enamorados (el porqué luego se los contaré).
— Solo somos amigos—le pido cambie de cara.
— Si algún día son enamorados espero ser el primero en saberlo— me pidió con una ligera sonrisa.
— Trato hecho amigo— le respondí y le estreché la mano.

En los siguientes simulacros del examen volví a ganarle a Toño. A Casimiro no le gustó nada que haya dejado atrás mis penas, estaba dispuesto a seguir con su venganza. Al ver que dejó de funcionar su primera maldad retó por segunda vez a Toño para distraer mi atención en los estudios.
Esta vez mataron a todos mis cuyes, la idea se la dio Toño porque conocía muy bien mi afición (gusto) y amor a la crianza de estos lindos animalitos. Si bien en nuestro pueblo la mayoría los cría y los tiene caminando sueltos por la cocina yo los tenía en mi establo. Allí los tenía en un espacio amplio.

Criaba las cuatro de razas de cuyes que existen en nuestro país; la más prolífica (amplia) es la raza Andina porque paren tres o cuatro crías; sin embargo, la raza Inti suelen tener mayor peso que las demás; la raza Interracial es la más precoz porque crecen rápido; por último, la raza Perú llegan a pesar un kilo en ocho semanas. Sé que algún día se celebrará el día del cuy a nivel nacional (hoy en día se celebra el 9 octubre desde el año 2013 gracias al Ministerio de Agricultura y Riego). Tenía casi cincuenta cuyes, con la venta de ellos pensaba de alguna manera obtener algunas ganancias para los gastos de mi viaje (sé que aún no he ganado la beca, pero quiero ganarla).

La parte económica no me importó cuando vi sin vida a mis pequeños animalitos sino el cariño que les tenía. No les miento, a cada uno les puse una pequeña cinta con un número y ese era su nombre. Lloré mucho por esta nueva maldad. Mi padre culpó al padre de Casimiro no solo por la afrenta (ofensa) de aquella vez en la formación, sino que mientras estuve de viaje en el pueblo del tío de Lucecita el señor Choquehuanca regresó de Arequipa y su hijo aún tenía los moretones de la golpiza que le di.
 Vino a mi casa a reclamar a mi padre. Lo llamó vendido porque cree que mi tutor y el director tienen preferencias. Incluso fue al colegio a hacerle un lío al director. Pero no le funcionó porque no se dejó intimidar ante las amenazas del señor Choquehuanca.

La discusión con papá esta vez no solo fue verbal, sino que se agarraron a golpes.   Mi padre le dio su merecido y esto que los dos peones del señor Choquehuanca salieron en defensa de su patrón, estos también recibieron sus golpes. El papá de Casimiro le juró vengarse. Por todo ello papá pensaba que él era el culpable de la muerte de mis cuyes. Y tenía razón. Pero si vamos a la raíz del asunto la idea vino de Toño, su papá los escuchó y se encargó de enviar a un par de peones para echar químicos a mi chacra de alfalfa. Por eso murieron mis cuyes.

Ante esta nueva desgracia mamá me pidió la acompañe al pueblo. Allí se hizo leer la coca para consultar la razón de nuestra desdicha.
Yo no era muy creyente de ello, me parecían charlatanes, prefería creer en el poder de Dios. Como mamá insistió no pude negarme.
— Veo mucha envidia en personas cercanas— dijo el anciano mientras chacchaba coca, su boca verdusca me causó cierta animadversión (rechazo).
— ¿Se refiere a mis familiares? — consultó mi madre.
— No necesariamente.
Mamá le pregunta por mi destino, el señor vuelve a echar unas hojas de coca en la mesa (la cual tenía como mantel una lliclla) las observa por unos segundos, luego me mira con detenimiento. Sus ojos eran negros, sus patas de gallo de los ojos estaban bien marcadas y ni hablar de las arrugas de la frente.
— Te espera un viaje largo, ¿verdad? — me espeta (decir algo con brusquedad).
Con mamá nos miramos sorprendidos porque ninguno de los dos le mencionamos sobre mi posible viaje a la capital.
— ¿Ve ahí un viaje fuera de Moquegua? — pregunta mi madre con alegría dándome como ganador de la beca.
El anciano frunce el ceño, observa con disimulo nuestra ropa. La considera humilde.
— No necesariamente— vuelve a responder, el semblante de mi mamá cambia.

De regreso a casa le reproché por gastar en vano en ese charlatán, al final aquel anciano me dijo que debía cuidarme porque veía muchas desgracias en mi vida, vaya novedad, ¿verdad? A toda persona le espera buenos y malos momentos, ese señor no sabe nada. Cuando insinuó sobre un viaje debo admitirlo pensé que era un vidente (adivino), pero cuando dijo que se refería al viaje de mi vida, lo malogró todo.


(Toño)

Un fin de semana Casimiro pasó por mi chacra y al verme trabajando me ofreció un poco de licor y juntos nos pusimos a beber, mientras lo hacíamos hablamos de nuestras maldades contra Beto. Le conté que fue donde el brujo para hacerse leer la coca.
— Y no le auguró (adivinó) una boda con Lucecita— me bromea Casimiro.
— No seas pendejo— le espeté.
Nos excedimos un poco con el licor. Casimiro me retó para declarar mi amor a Lucecita y de no hacerlo me amenazó con contarle a mi tutor que yo lo apoyé para esconder los materiales de estudio de Beto y también le diría a Lucecita que maté a Pastor. Como estaba mareado (fue la primera vez) acepté su reto.

Juntos fuimos al establo de Lucecita, ella estaba ordeñando. Antes de acercarme a ella le quité la botella a Casimiro y bebí un poco para tomar más valor, respiré hondo y traté de disimular mi borrachera. Ella al verme se asustó porque no me esperaba.
— ¿Estás bien? — me preguntó al ver mis ojos rojos.
— Quería agradecerte por el pastel que llevaste el otro día a mi madre cuando estuvo enferma y por todo lo que has hecho por nosotros.

Fue en esos días en los que ambos nos unimos más, mi madre enfermó con gravedad, mi padre estuvo de viaje y no sabía nada y no había cómo comunicarle. Ella después de clases venía a mi casa y cuidaba a mi madre y preparaba la comida para nosotros o bien la traía de su casa. Beto se mantuvo al margen porque le pedí a Lucecita no le diga nada.
— No fue nada, tu mami es muy linda y con gusto lo hice— me responde mientras sigue ordeñando.
— Quería decirte que eres una persona muy especial para mí— ella deja de ordeñar y me observa con ternura, se limpia las manos en su mandil y se acerca.
— Tú también eres muy especial— me dice y percibe mi tufo (olor a licor)—. ¿Has bebido?
— Solo un poquito— con mis dedos hago un gesto como si sostuviera algo pequeño—. Discúlpame, si he tomado es porque estoy muy mal— ella pone cara de preocupación, me mira con atención y mis ojos lagrimean.
— ¿Le ha pasado algo a tu mami?, ¿se ha vuelto a enfermar? — me inquiere (pregunta) preocupada.
— No— tomo aire mientras miro a Casimiro oculto y me hace un gesto para que de una vez cumpla el reto—. El enfermo soy yo— una lágrima corre por mi mejilla, ella se enternece y la seca.
Lucecita se ha mostrado más cercana conmigo no solo por la salud de mi madre, sino que valora lo que hice en la formación el otro día, por apoyar la idea de Rodrigo y fingir golpearlo, ya que gracias a ello Beto sigue postulando a la beca.
— Amigo, no llores, por favor— me pide y abraza con fuerza, cierro los ojos y al abrirlos vuelvo a encontrarme con la mirada de Casimiro quien me exige con gestos hable de una vez. Dejamos de abrazarnos—. ¿Y de qué estás mal?
— De amor— le digo sin vacilar y le suelto unos versos.

Las nubes de mi corazón están llenas,
ha estado así por mucho tiempo.
No puedo seguir guardando mis sentimientos.

¿Qué sería de las nubes si no sueltan la lluvia?
Mi corazón se siente de esa forma
tiene que fluir mis sentimientos cual lluvia.
Pega tu mano a mi pecho
y siente la tormenta interna
que por dentro hay.

Hay un virus en mi cuerpo.
Sí, has oído bien.
Hay virus y no una bacteria.
La bacteria no es mortal,
el virus sí lo es.
Solo hay una cura
que puede salvar mi vida
La cura eres tú.

Al tenerte tan cerca,
percibo tu aliento tan fresco.
Tus labios son la inyección que necesito.
Tus ojos me miran como asustada e impactada.
Doctora de mi alma y mi vida
dame la medicina de tus besos
para no morirme de desamor.
Te amo.

Casimiro quedó boquiabierto por mi lado poético, movió su cabeza de arriba abajo como felicitándome, no esperaba una declaración de amor tan inusual (poco común). En eso él oye unos pasos afuera del establo, corre a la rendija y mira a Beto quien buscaba a Lucecita, venía en dirección al establo, luego me observa mirándola fijamente y sosteniéndola de los brazos a punto de probar la medicina del beso de mi amor platónico.
Era ahora o nunca, miro sus perfectos ojos. Su boca me invitaba a beberla y lo hago. Sí, la besé.


¿Acaso Beto nos verá?













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