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Capítulo 20: La decisión de Rodrigo






CAPÍTULO 20



LA DECISIÓN DE RODRIGO




(Rodrigo)

 

R

EGRESO AL SILLÓN, cojo mi mochila para marcharme. Casimiro me observa e intenta pensar en una salida al verse descubierto.

— Viste algo o no en la premiación del fútbol— me espeta don Ricardo.
— Si bajara la voz tal vez me anime a seguir conversando con usted ya que no tengo ninguna obligación de hacerlo— le respondo sin ambages (rodeo de palabras).
— No me gusta estar entre chismes, si estamos entre varones esto queda aquí, solo les pido sean sinceros. Quiero saber si mi hija está o no con Beto. De ser así veré la forma de descubrirlos y los mencionaré a ustedes. Yo me encargo de lo demás— nos aclaró.
Casimiro acepta que fue él quien le envió los mensajes anónimos.
— Y tú no me dirás nada— me exige el papá de Lucecita.
Casimiro busca entre sus cosas una foto y se la muestra.
— Para que vea que no miento aquí está la prueba— afirma el infame (malvado) de Casimiro quien se había llevado la foto de mi casa que en cierta forma compromete a Beto.
Don Ricardo mira la imagen pese a que quise evitarlo. Ve a Beto arrodillado agarrando la mano de Lucecita. Volvió a preguntarme si ellos son enamorados. No quise responder y me marché. Sé que mi actitud lo tomó como afirmando su conjetura (suposición). Casimiro me da el alcance afuera de su casa.
— Fui claro contigo, esta es la última vez que vengo a ayudarte— le digo molesto.
— Necesitas trabajar y lo sabes.
— No me importa. Buscaré ayuda por otro lado— le reprocho.
— No comprendo porque eres un celestino (alcahuete).
— Si soy o no celestino ese es mi problema. Mañana sábado buscaré a Beto y le diré la verdad. Ya me cansé. Tú y Toño son de lo peor. Él necesita saber que ustedes mataron a Pastor y no me extrañaría que también tuvieron que ver con la muerte de sus cuyes— intenta detenerme agarrándome del brazo.
— No te conviene delatarnos— me advierte, me zafo y lo dejo lanzándome improperios (insultos).

(Toño)

El sábado por la mañana Casimiro vino a buscarme y me contó lo sucedido con la visita del papá de Lucecita. Obviamente me alegré.
— Eso merece un brindis— le dije con una sonrisa de oreja a oreja, busqué el vino de papá y lo libamos (bebimos) escondidos en el establo.
— Y qué crees que haga don Ricardo.
— Lo pondrá en su lugar. Ya viste lo jóvenes que son los padres de Lucecita, no quieren que su hija cometa el mismo error de ellos. Piensan que ella podría tener relaciones.
— Pues Lucecita está bien rica— me comenta en tono morboso.
Su comentario me incomoda y lo cojo del cuello.
— Tranquilo, era una broma.
La botella de vino se acaba y Casimiro me propone seguir tomando en su casa. Allá fuimos y bebimos en su establo. De tanto beber me dio hambre y al ingresar a su sala veo una prenda de Rodrigo.
— ¡Por qué diablos está aquí la casaca de ese tarado! — le reclamo y le exijo una respuesta.

Me enteré que Rodrigo fue quien le contó sobre la relación de Lucecita y Beto. Por otro lado, también me confesó que venía a apoyarlo en sus tareas para ganar un poco de dinero porque su mamá está enferma y no puede trabajar.
— No me gusta que me ocultes las cosas, bien sabes que él podría echarse atrás y delatarnos. Esa cercanía entre tú y Rodrigo no me agrada para nada— le reprocho.
— Gracias a esa cercanía me enteré que tu amor platónico y Beto son enamorados.
— ¡Cállate!, no me gusta oír eso. Lo bueno es que el imbécil de Rodrigo me dio su palabra que nunca nos delatará. Pues no por gusto lo apoyé en su plan de “Fuente Ovejuna”.
Casimiro se queda callado e intuyo que algo me oculta.
— Yo no estaría tan seguro.
— ¡Cómo dices!
Se anima y me confiesa la amenaza de Rodrigo. Me tambaleo un poco por los efectos del licor y lo único que viene a mi cabeza es darle una buena paliza. Bebo mi vaso y me marcho en busca de Rodrigo para golpearlo hasta morir.

(Rodrigo)

Tenía pensado ir muy temprano a la casa de Beto y de una vez por todas sacarme este peso de encima, pero mamá amaneció con un mal semblante. Busco su medicina y se le ha terminado. Reniego por ello, pues ni siquiera Casimiro me ha pagado de las últimas clases.
— Ayer no me contaste como te fue en la casa de tu amigo Casimiro— me dice mi madre en un tono dulce.
Ella cree que ese tipo es una buena persona. Nada gano con contarle sobre cómo es realmente y menos ahora que ya no trabajaré para él. Le digo a mamá que le prepararé una rica sopa de cordero para el almuerzo y la dejo descansando. Miro el reloj y voy a buscar a Beto, pues si no le advierto el papá de Lucecita los podría descubrir y no quiero eso.



Al llegar a su casa su mamá Margarita me recibe con amabilidad, estaba cerca de su establo. Veo el piso donde vi a Pastor moribundo y siento culpa por su muerte. Basta de este remordimiento, al oír que Beto no estaba me alegré un poco porque no tengo cara para contarle la verdad sobre ese par de malvados. Cuando me decidí a delatarlos pensé en dos opciones; la primera era que si lo encontraba en su casa tomaría valor y se lo contaría personalmente; la segunda opción era decírselo por escrito. Como no lo encontré le dejo un sobre cerrado a su mamá.

De regreso a casa me arrepiento por dejar aquella misiva (carta) en la cual le revelo todo sobre Casimiro y Toño. Me reprocho mi falta de valentía. Ya estaba lejos de su casa y no había vuelta atrás. Recuerdo que su mamá me indicó que Beto debe estar en sus chacras cerca al río. Me decido a mejor decirle la verdad personalmente y advertirle que don Ricardo ya sabe sobre el enamoramiento con su hija.


Allá lo fui a buscar y veo a Beto echado en el pasto. Me alegra saber que la bomba aún no estalló, sino Beto no estaría tan tranquilo allí echado. Tomo aire para darme valor.  Sé que le prometí a Toño no delatarlo, pero ya es momento de ponerles un alto definitivo y que Beto abra los ojos de cómo es realmente su supuesto amigo. Me decido y empiezo a acercarme.














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