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CAPÍTULO 4: El ladrón
















I
NOCENTEMENTE INGRESO A LA DIRECCIÓN. Los rostros serios de la directora y la mamá de James se fijan en mí. Les regalo una sonrisa. Luego de saludar me acerco a la bonita y elegante señora a quien saludo de manera individual.
          — Y este educado niño, ¿quién es? — pregunta la joven señora.
          — Es mi compañero— responde James.
          — Quería darle las gracias bella señora. Ayer tuve un incidente con mi lonchera y …
          — No me digas que tú eres el niño que le ha robado la lonchera a mi hijo.
          James luce nervioso y está dispuesto a humillarme.
— ¿Él es el niño de quien nos hablaste? — le pregunta la directora.
          Miro de un lado a otro sin comprender de qué hablan. La señora Romaña me observa de pies a cabeza y ve la sencillez de mi ropa, traía un buzo de otro color y no el del colegio, pues como ya les dije ayer olvidé recogerlo. Mis zapatillas blancas están gastadas y se nota el cuero raspado de la parte de la punta y están algo sucias. Mi cabello luce algo desordenado porque no tuve tiempo de peinarme. Mi abuela ya me regañó en su momento. Luego se fija en la lonchera de su hijo y efectivamente era la que le compró. Era una original y no una simple imitación por lo que le costó muy cara.
          — ¿Se puede saber por qué tienes la lonchera de mi hijo?
          — Por eso me he acercado linda señora. Quería darle las gracias por tan gentil obsequio.
          — Gabriel, es tu nombre, ¿verdad? — me pregunta la directora—. Las personas cometemos errores y debemos corregirlos. Un error humano es la mentira y te pido con todo cariño ya no nos mientas más.
          — Cuando en casa no los educan el valor de la verdad corregir de la noche a la mañana es imposible— comenta la señora Romaña como si su hijo fuera un santo.
          — Gabo, verdad que tus amigos botaron mi lonchera a la basura— me dice James.
— ¿Es cierto eso Gabriel? — me pregunta la directora.
— Sí— respondo después de varios segundos.
— Se da cuenta señora directora que mi hijo dice la verdad y nunca los acusó porque tiene un buen corazón.
— ¿Es cierto que tu lonchera alguien la botó y el basurero se la llevó? — me inquiere la directora.
Vuelvo a responder afirmativamente. Seguía sin comprender el porqué de ese interrogatorio.
— Debes devolver esa lonchera a su dueño— me pide la directora—. No debiste quitársela a tu compañero.
— Pero yo…
— No pongas excusas y discúlpate con tu compañero— me exige la directora.
— O echa a este niño o me quejaré ante su superior. Mi hijo no puede estudiar con personas que actúan como pirañas, cómo pudieron botar la lonchera nueva de mi hijo y este niño quitársela o mejor dicho robársela.
— ¡Eso no es cierto! — le contesto en un tono alto.
— Y encima contestón y mentiroso.
— También es un meón, ayer se orinó en la clase como si fuera un bebé— les comenta el muy malvado.

La directora fue muy dura con mi maestra por lo sucedido con las loncheras, por ello me tuvo todo el día parado al fondo del salón. De rato en rato me apoyaba en la pared porque me dolían los pies, James se dio cuenta y le fue con el chisme a la maestra y por eso me gané varios jalones de chuletas.
Tampoco me dejó salir al recreo, Sarita con Josué se acercaron a escondidas; me dieron una fruta, unas galletas y se fueron. Tiziana observó ello y le fue con el chisme a James.
— Dicen que los novios deben contarse todo. Por eso te vengo avisar que los amigos de Gabo le acaban de llevar comida.
— ¿Estás segura?

James busca a la maestra Pamela, ella le pide que sea lo tenga que comunicarle lo haga en el salón. La directora me buscaba en el patio, mi maestra se da cuenta y de inmediato viene al salón. La directora ingresa y supuestamente nos encuentra conversando.
— Estaba buscando a tu alumno.
— Me quedé dándole unos consejos incluso le conté una historia sobre un niño llamado Pinocho.
— También pensaba aconsejarle y me ha ahorrado esa tarea. La felicito por su labor. Es importante no dejar pasar una indisciplina y siempre aconsejar a los alumnos.

Nos dejó y en cuánto desapareció me volvió a amenazar y que por ningún motivo le diga a la directora que nos encerró. En mi cuaderno pegaron un comunicado en el cual citaban a mis padres. Cuando llegué a casa el odioso de mi hermano se encargó de avisarle sobre la citación.

Al día siguiente la mamá de James también fue citada, la directora quería que tan distinguida señora vea como tomaba cartas sobre el asunto y que ha llamado a mis padres para comunicar mi indisciplina. Mi Mamá Grande fue la que asistió, ayer por la tarde llamó al trabajo de mi papá para comunicarle sobre la citación. Cuando él le comunicó a mi mamá le pidió que venga mi papá, pues hoy recién ingresa a su trabajo al mediodía.

En vano intenté aclarar la verdad, ni siquiera saben escuchar. Será que los adultos se vuelven cada vez más intolerantes. Mi abuela escuchó con atención cada palabra y cómo en todo me momento me llamaron ladrón y que fui cómplice cuando botaron la lonchera de James. Se habló de todo ello, pero no de mi lonchera.
— Comprendo lo que mi nieto ha hecho y le aseguro que sus padres lo sabrán y recibirá su respectivo castigo.
— Me alegra que sea sensata— afirma la señora Romaña.
— Ahora señora directora quisiera que, así como se ha hecho pesquisas (investigaciones) sobre la lonchera del niño de la señora aquí presente me diga usted qué ha hecho por indagar sobre los culpables o el culpable que botó la lonchera de mi nieto.
— Seguramente fueron esos “pirañas” a quien su nieto llama amigos— afirma la señora Romaña.
— ¡Pirañas!, me sorprende ese adjetivo de tan noble señora— le manda una indirecta mi abuela a esa ufana señora.
— ¡Qué está insinuando! — le responde indignada.
— Gabo, no tengas miedo hijito y dinos si sabes quién botó tu lonchera a la basura— me anima mi nona para decir cómo pasaron las cosas en relación a mi lonchera.

Me costó acusar a James, pero lo hice.
— Fue James.
La señora Lucia Romaña dio un grito al cielo. Defendió a su hijo a capa y espada. James también se defiende llamándome mentiroso. La directora le pide que vaya al salón y se retira.
— Así como usted dice conocer a su hijo también conozco muy bien a mi nieto y él jamás robaría nada— me mira y me pide devuelva la lonchera.
— No es necesario, yo no vine a reclamar la devolución de nada. Solo la actitud de niños que parecen no tener valores.
— Mi nieto no ha robado nada. Muy contento en el desayuno de hoy dio varios encomios (halagos) para usted pese a que no la conocía. Me dijo que le gustaría conocerla y sabe para qué, quería darle las gracias porque su hijo le regaló su lonchera solo por estar sucia.
— No estoy dispuesta a seguir perdiendo mi tiempo— se indigna la señora Romaña.
— Si la señora ya se va a ir pido lleve lo que es suyo— la detiene mi abuela alcanzándole la lonchera.
— Quédesela veo que la va a necesitar— lo dice con desprecio al ver la sencillez de la ropa de mi querida nona.
La mamá de James da unos pasos para marcharse.
— ¡Llévese su lonchera! — insiste más enérgica mi Mamá Grande.

Papá llegó en ese momento, por lo general no sabe vestirse tan bien y ese día lo hizo. Cuando ingresó quedó deslumbrado por la belleza y elegancia de la mamá de James. Lo mismo percibí en la señora Romaña quien correspondió al saludo de papá dándole la mano. Ambos sostuvieron sus manos por varios segundos. Los rasgos de papá eran tan diferentes al esposo de la señora Romaña quien era flaco y no tenía el cuerpo fornido y las manos gruesas y grandes de mi padre.
La directora le puso al tanto de lo que supuestamente hice con la lonchera de James. La señora Romaña también intervino y fue más dura dándole a entender que soy un ladrón. Papá contiene su ira y muestra mesura, lo cual no era común en él. Mira la lonchera y recuerda cuando insistí por una parecida a la que estaba observando.
— Como le dije a la directora yo no vine a reclamar la lonchera sino la mala acción de su hijo y una muestra de ello es que Gabriel puede quedarse con ella, sin embargo, ahora resulta que ya no la quiere. 
— Si la amable señora te está obsequiando no seas descortés— me pide mi padre para recoger la lonchera de la mesa.
Miro a mi abuela y ella me da a entender que no lo haga y me quedo quieto.
— Pido las disculpas del caso. Le aseguro que mi hijo recibirá su castigo.
— Veo que el sensato es usted— se lo dice con una sonrisa algo coqueta.

Mi abuela intenta dar su opinión y mi padre no le permitió. La directora también se disculpó con la señora Romaña.
— Como todo está aclarado y el señor se encargará de dialogar con su hijo me voy más tranquila. Quería decirle señora directora que este mal entendido no afecta en nada mi compromiso para donar más juegos para el patio.
La directora le da las gracias.  Con mi abuela comprendimos porque tanta comprensión y amabilidad por parte de la directora a esa señora.  Papá se despide de la directora y luego me dice que ya hablaremos en casa en un tono amenazador, luego disimula con una forzada sonrisa y sale con la mamá de James.

Mi abuela estaba molesta por la actitud de mi padre. La directora me pide que vaya a mi salón. Mi nojna se despide.
— Están olvidando la lonchera.
— Con todo respeto señora directora, no aceptaremos esa lonchera.
— No comprendo su orgullo.
— En vez de preocuparse por si aceptamos o no esa lonchera le pido por favor investigue quién botó la lonchera de mi nieto y espero se haga con la rapidez como se resolvió el caso de la señora Romaña y también le pido que se preocupe por la puntualidad de la profesora de mi nieto— le señala el reloj de la pared—. Mire la hora que es y aún no llega.
La directora quiso responderle a mi abuela, en ese momento ingresa mi maestra y se siente avergonzada por su tardanza.
— ¿Cómo le fue en su cita médica? — le preguntó.
Mi maestra pone cara de no entender y le sigue la corriente.
— Regular, pero ya estoy aquí.
Mi abuela estudió sus miradas cómplices, sacó de la lonchera mi refrigerio y prefirió retirarse conmigo. La lonchera se quedó en la dirección. No me importó ya que me trajo problemas lo malo es que ya no tendré en qué traer mis alimentos.

Mi Mamá Grande para animarme me dijo que creía en mí y que ya solucionaremos lo de mi lonchera. Me dio un beso en la frente y me pidió vaya a mi salón. En la dirección la directora muy enérgica llamaba la atención a mi maestra, mi abuela escucha los gritos y oye perfectamente cuando le dijo que tuvo que disimular para no quedar mal ante mi nona. Ella movió la cabeza y pensó de cómo puede ver personas tan conchudas, la puerta estaba semiabierta e ingresó sin tocar.
— Pido disculpen la intromisión, vengo por mi bastón— observa la cara preocupada de la directora por si mi abuela le escuchó su mentira—. Ya me voy para que siga apoyando a su colega— le manda la directa mi abuela dándole a entender que ha escuchado su mentira para cubrir la tardanza de mi maestra.

Después que mi abuela se marchó la directora desahogó su rabia con la profesora Paola y le advirtió que si vuelve a llegar tarde tomará medidas muy estrictas y también le pidió investigue quién botó mi lonchera a la basura. Tal llamada de atención no me conviene porque su rabia la descargará conmigo.
En la calle papá conversa un momento con la mamá de James, puso en práctica sus armas de seducción, ella se sonrojaba con cada piropo que le lanzaba. Era claro que su esposo no era nada cariñoso con ella. Su matrimonio estaba pasando por momentos difíciles porque discutían mucho.
Luego que se despidió de la joven señora, se queda como un adolescente enamorado mirándola. Mi abuela los vio despedirse.
— ¿Aún sigues aquí? — le dice mi nona y él se sobresalta.
— Acaso no me ve.
— Veo que te cayó muy bien esa señora— le comenta sin ambages (rodeo de palabras).

Tuvieron una pequeña discusión. Ya que papá estaba molesto por tener un hijo “ladrón” y mi abuela no le permitió ese adjetivo. Papá no fue a trabajar, las palabras directas de mi abuela le disgustaron sobre todo cuando le amenazó.
— No vuelvas a ponerte en contra de mi nieto. En vez de defender a Gabo preferiste darle la razón a esa señora.
— Acaso no vio que tenía la lonchera de ese niño rico. Gabriel siempre quiso una lonchera como esa y no debió robarla.
Eso enfadó más a mi nona y le recordó parte de su pasado, ese pasado en el cual ella sabe un secreto. Mi padre se quedó callado.
— Mejor vete a trabajar y da gracias que tienes trabajo gracias a mí. Espero no me hagas quedar mal con mi amigo quien gentilmente te dio un puesto en la fábrica.

En la calle se encontró con un par de amigos y se pusieron a libar (beber). Ellos hablaban con orgullo de sus hijos y le dio rabia cuando pensó en el incidente de mi Jardín. Cuando él y la señora Romaña salieron se encontraron con mi maestra en la entrada, ella le contó que me oriné y sintió vergüenza ante la mirada de la señora Romaña, no solo eso, sino que le contó de mi mal comportamiento. En otras palabras, me hizo quedar mal. Por ello cuando le pasaban el vaso se servía lleno.

Era como las seis de la tarde, mientras hacía mi tarea estaba mirando El Chavo del 8, papá tocó la puerta como un loco y al ingresar tiró al suelo lo que encontró a su paso. Mis abuelos no estaban se fueron a una misa de difunto. En cuanto me vio su ira aumentó.
En la calle mi abuela apuraba a mi Papá Grande pues no le gustaba darnos de cenar tan tarde.
— Pero mujer por un día que coman más tarde no se van a morir.
— Que no dirás, tu querías ir a la recepción. No comprendo porque después de una misa de difunto uno tiene que ir a comer, lo importante es la misa y no la comida.

Mi tío escucha los reclamos que mi padre me hacía. Yo no le caía bien y la verdad no sé por qué. “Cuando seas grande comprenderás muchas verdades”, me expresó una vez cuando estuvo borracho como si me ocultara un secreto. Papá saca su correa y a mi tío Elías le pareció correcto que me dé un par de zurriagazos (latigazos) por ser supuestamente un ladrón. Suelto mi lápiz. Percibo el olor a licor.
— Nunca más me vas a humillar, en vez que me llamen para hablar bien de mi hijo me haces pasar vergüenza. Te voy a enseñar a nunca ser un ladrón. Estira tu mano— me exige.
— Tío contrólate— le pide mi adolescente tía.
Mary vio un par de veces perder los papeles a mi padre, era de esas personas que hacen escándalos cuando están ebrios. Por ello, tenía prohibido el ingreso a la casa de mi nona.
— Papá Grande, Mamá Grande dónde están— musité.

¿Qué pasará?














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