CAPÍTULO 10
EL DESTINO DE PASTOR
(Toño)
P
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ASTOR NO DEJA DE OLFATEAR las presas, su
desconfianza me impacienta. Beto lo ha entrenado bien y su olfato está muy
desarrollado. Ya iba a comerlo cuando de pronto aparta su cabeza del plato y mueve
sus orejas en señal de alerta como si fueran dos antenas, ladra hacia el patio.
Conocía ese gesto y estaba claro que alguien se acercaba, de inmediato me
oculté. Era Lucecita, ella también quería mucho a Pastor, el perro la saludó
con más alegría y de rato en rato le huele los pies, era por el olor que ella traía
de su mascota (ese perro feo calato que le regaló Beto). “He llegado tarde,
quise darle dinero a tu amo para que te compre algo especial”, le habla. En eso,
Pastor quiso delatarme, empezó a ladrar hacia mi escondite; ella mira su
entorno y no comprende porque ladraba. Lucecita se acerca hacia el establo, por
la rendija la veo y me pongo nervioso.
Acaricio
la enorme cabeza de Pastor como para darle confianza, él se queda mirándome y
me mueve su pequeña cola. Preferí no verlo para no cambiar de opinión después
de todo nunca debió vivir, al pensar en ello, el cuatro patas me trae su
pelotita favorita. Un año atrás se la regalé por su cumpleaños, entonces
recordé cuando cierto día me subí al árbol para pescar un lindo pajarito y al
pisar una rama me caí. Quedé inconsciente.
Ese
día Beto me prestó a Pastor para cuidar mi rebaño, yo iba por la tarde para recoger
a mis animales y antes de llegar vi a esa ave que llamó mi atención. Pastor se
percató de mi llegada y fue a mi encuentro, antes de caer me ladraba como si
hubiera visto la débil rama. Al caer intentó reanimarme con su pata y hocico, al
verme inmóvil fue por ayuda. Beto con su padre me llevaron al médico del
pueblo.
Sí,
ese animal me salvó la vida. ¡Diablos! Porque tenía que recordar eso, Pastor no
deja de verme, le quito la pelotita y recuerdo la amenaza de Casimiro, pues si
no lo ayudo en su plan le dirá de todo a Lucecita como por ejemplo que fui yo
quien sacó el material de estudios de Beto para que Casimiro los desaparezca y
también que he ocultado su carta de amor, pues si no lo hubiera hecho ellos ya
serían enamorados. No me conviene para nada que ella se entere de eso, pues me
vería con otros ojos.
Otro
detalle es que Casimiro se enteró del somnífero que le di a Beto y que Lucecita
también tomó ese café. Con eso ella me odiaría y jamás tendría una oportunidad
con ella.
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(Beto)
Al
volver a casa tenía una sonrisa de oreja a oreja porque pude vender unos cuyes
(ya tenía mis clientes) y con eso le compré sus galletas a Pastor. Me extrañó
que no haya venido a mi encuentro pues siempre solía hacerlo.
—
Seguro lo has dejado encerrado en la sala— me reprochó mi madre.
Abrí
la puerta, con un silbido lo llamé y no apareció por ningún lado.
—
Debe estar durmiendo por ahí, lleva este balde de aceite a la cocina— me pidió
mi padre mientras bajaba de la carreta un saco de azúcar.
No
le hice caso y llamé a Pastor por toda la casa y lo encontré moribundo cerca al
establo. Di un grito que alarmó a mi padre, dejó el saco de azúcar y al venir a
mi encuentro me encontró en el suelo llorando junto a mi fiel amigo. De su boca
salía espuma. Mamá en vano intentó tranquilizarme.
Papá
actuó con rapidez, alistó la carreta con mis otros dos caballos porque Rayo y
Trueno estaban cansados. La carreta fue a gran velocidad, en el camino no dejé
de llorar, mi padre jamás me había visto tan triste. Al llegar al pueblo el
veterinario no estaba.
Mi
desesperación fue terrible al no hallar al veterinario, casi tumbé la puerta
cerrada. Un señor muy afable
(amable) al verme tan mal se acercó e intentó ayudarme, tenía un poco de
conocimiento y me tranquilizó cuando le oí decir que Pastor puede salvarse. “Al
parecer lo han querido envenenar y sea lo que le hayan querido dar solo ha
comido un poco”, afirmó con seguridad. Recordé que vi en su plato una presa y
media de chancho, (solo comió un poco). Empecé a cavilar (pensar) quién diablos pudo hacer algo tan abominable (detestable).
—
Tiene idea de dónde puede estar el veterinario— le inquirió papá el afable (amable) señor.
—
Si pasé por aquí es porque pensé que Gutiérrez ya había regresado. Quería
llevarlo a la casa de mi patrona, en la mañana lo vi salir con el hijo de
Choquehuanca. Al parecer esa familia es muy adinerada porque con Gutiérrez
quedamos en que pasaría para llevarlo a la granja de mi patrona. Si bien es
cierto mi caso podía esperar pues la mascota de mi patroncita está preñada y quería que la
revise. Se disculpó por postergar nuestra cita ya que al parecer la familia de
Choquehuanca le iba a pagar el triple.
—
El maldito dinero siempre mueve a las personas— musita (susurra) papá.
—
Me dijo que por si acaso regrese a estas horas y por lo visto no ha regresado. Será
mejor que lo busquen en la hacienda de Choquehuanca. Algo parecido le pasó a la
mascota de mi patroncita y es de la misma raza. Es raro ver por esta zona
animales de esta ascendencia.
La
patroncita a la que se refería ese afable (amable) señor era la dueña de la mamá de Pastor. Al
cachorro lo abandonaron porque aquel novato veterinario, el sobrino de Gutiérrez
le dijo que ya no tenía salvación. La joven pidió a su sirviente se deshaga del
cachorro y lo dejó en el basural. Fue allí donde lo encontré. De camino a la
casa de Casimiro saqué esas conclusiones según lo que nos contó aquel señor.
La
mamá de Casimiro insistió al veterinario Gutiérrez para que los acompañe en el
almuerzo y se quedaron conversando un buen momento, por eso tardó en volver al
pueblo. La idea fue del insensible de Casimiro quien al oír que ya se iba a
marchar sugirió a su madre lo invite a quedarse para el almuerzo. A Mary no le
pareció correcto porque su esposo estaba ausente. “Mamá, ten en cuenta que
postergó la cita con otro cliente solo por atender a tu yegua favorita”, le
dijo para convencerla y lo logró.
—
Ya está mejor Luna— así la llamaba esa yegua.
—
Oh sí, cuando vi a su hijo en mi consultorio me alarmó, me dijo que si no venía
se iba a morir. La verdad es que no es nada grave
—
Me alegra oír eso. A mi esposo no le gusta que nada esté fuera de orden y menos
con sus animales.
—
Justo iba a preguntarle por él.
—
Viajó a Arequipa y regresa en unos días.
El
veterinario consulta su reloj y se dispone a marcharse. Mis gritos lo alarman,
Casimiro se asoma a la ventana y nos ve llegar.
—
¡Señor Gutiérrez!, ¡señor Gutiérrez! — grité con desesperación.
El
miserable de Casimiro al verme no pudo disimular su cólera.
—
Cómo se atreve a venir a nuestra casa, acaso el señor Romero y su hijo han
olvidado la injuria (ofensa)
que le hicieron a mi padre— renegó Casimiro.
El
veterinario al oír su nombre sale a mi encuentro y me pide que vaya por su
maletín. Mary, la mamá de Casimiro se lleva las manos a la boca al ver a mi
moribundo amigo. Nunca había estado tan nervioso e impaciente tanto que el veterinario
me pidió me retire del establo para dejarlo atender a mi adorado
Pastor.
En
la sala de Casimiro caminaba de un lado a otro, la señora Mary me llamó y me
invitó a comer algo. La mesa estaba puesta, me disculpé por no aceptar su
invitación. Papá no rechazó su gentil invitación (si bien le caía mal su esposo
desde aquella escena en el colegio, pero con su esposa no tenía porque estarlo).
Luego de unos segundos un rico aroma invade el comedor, veo a la empleada traer
unas chuletas de chancho bien sazonadas. Miro con detenimiento la bandeja y
viene a mi mente el plato de Pastor con esas mismas chuletas. Sin decir nada
abandono el comedor. Papá no se percata porque conversaba amenamente con la
señora Mary.
Cerca
al establo estaba Casimiro, lo cojo del cuello sin vacilar.
—
Maldito asesino, fuiste tú— le reclamo.
—
Qué ocurre contigo— se excusa
—
Esas chuletas que ha cocinado tu empleada son las mismas que le dieron a Pastor—
sin pensarlo descargo mi ira y le mando un puñete en toda la cara.
Sus
gritos alarman a Mary y a mi padre, salen de inmediato y me encuentran
golpeándolo sin calma. Mi padre pide que me detenga y al no hacerlo me manda
una bofetada.
—
Fue él papá, él quiso matar a Pastor.
—
¡Basta Beto! No seas insolente
(mal educado) estamos en casa ajena.
—
Tú viste las chuletas de chancho que le dieron a Pastor.
—
¿De qué habla tu hijo? — le pregunta a mi padre la señora Mary.
—
Ruego disculpes a Beto como comprenderás…
—
Si Pastor muere serás por siempre un miserable— le advierto a Casimiro.
—
Dije que basta Beto no seas mal educado.
—
Mamá dile a tu invitado dónde estuve todo el día.
Su
madre sin dejar su ternura me explica lo que pasó con Luna, su yegua, y que su
hijo por eso fue a buscar al veterinario. No quise quedarme con la duda,
conocía la maldad de Casimiro y era capaz de usar a su madre para sus mentiras.
Sin oír a mi padre voy al otro establo y en efecto vi la herida curada en la
pata de Luna. Regreso y no tuve otra alternativa que pedir disculpas a la señora
Mary. Papá me exige que también pida perdón a Casimiro, él sonríe, miro a papá
y con su mirada me fulmina
(mata). Me quedo mudo, no tenía la más mínima intención de disculparme, En eso
el veterinario se acerca, miro su rostro y su cara no me da ni buena ni mala
señal. El hecho es que traía una respuesta sobre mi querido Pastor.
¿Cuál
será?
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