CAPÍTULO 5
LOS ALIADOS DE LA MALDAD
(Toño)
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OJOS SE ENCENDIERON de ira al ver al maldito intruso en mi habitación, este
soltó la hoja y me pidió calma. Lo agarré del cuello y cuando iba a darle un
puñete en su miserable y asustado rostro dijo algo muy cuerdo. Si se queja
volvería a perder la posibilidad de la beca, mi padre ya no me dejaría ir al
colegio, ya no vería de manera perenne
(constante) a Lucecita y lo peor de todo le contaría a ella sobre la carta que
no le di a Beto; en conclusión, mi amor platónico me odiaría por mentirle y por
haberme quedado con su sobre.
Perder la amistad de Beto era otra
consecuencia, pero sinceramente esta me importaba menos. Lo solté y le hice
prometer a Casimiro que jamás se le ocurra abrir la maldita boca porque le
costaría otra paliza. Los golpes de hace días era una prueba de quién gana en
pelear, por ello juró por todos los apus que sería una tumba.
(Beto)
La lucha por la beca empezó, cada día
aprendía más. Notaba cierto recelo en mis competidores; por un lado, Casimiro
renegaba cuando un ejercicio no le salía; por otro Toño no era tan bueno con
las fechas importantes que debíamos saber como el descubrimiento de América o
cuando se dio la Revolución Francesa y si hablamos de Historia del Perú era un capo, se sabía al revés y al derecho
sobre los incas, los héroes de la patria, etc. Lucecita quiso intentar dar el
examen así que también venía por las tardes, éramos siete los que anhelábamos
esa beca.
La profesora de Matemáticas tenía
ideas muy feministas, en parte era bueno pues motivaba a mis compañeras
diciéndoles que las mujeres no solo deben conformarse con ser amas de casa o
buscar un buen esposo, sino que podían ser profesionales. Sus palabras hicieron
eco en Lucecita y se dispuso a luchar por la beca pues tenía todas las
posibilidades para lograrlo. El camino era complicado porque competiríamos con
los colegios de los demás pueblos del distrito y el ganador daría otro examen a
nivel de nuestra provincia de Moquegua. En el caso de las mujeres era distinto,
puesto que en la década de los cuarenta no existía una escuela militar para
ellas. El beneficio en el caso de una supuesta ganadora sería una beca para estudiar
la secundaria completa en Arequipa con posibilidades a una carrera
universitaria.
De tanto estudio a veces me dolía la
cabeza y para aliviar tal molestia usé como remedio ir y tomar leche desde la
misma fuente: las tetas de la vaca. En un mes solo quedamos cinco, en
las pruebas simulacro los que se desanimaron no obtenían buena nota y eso los
desalentó. Lucecita estaba extraña, si hasta ahora no me ha dado el sí como
respuesta ante mi declaración de amor es porque prefiere solo mi amistad, eso creí
pues no sabía nada de la carta oculta por parte de Toño en la cual me daba el
sí ante mi declaración de amor. Quería expresarle nuevamente mis sentimientos,
pero el hecho de plantearme la posibilidad de ser el ganador de la beca y tener
que irme por ocho años a la capital me detenía porque no sería dable tener una
relación a distancia por tantos años. Otra razón es que no puedo distraerme
ahora en eso, se trataba de mi futuro y el amor podía esperar, ese consejo me
lo dio no solo mi padre sino también mi tutor.
En las dos últimas prácticas Lucecita
sacó la segunda mejor nota; yo la mejor; Casimiro, tercero y cuarto Toño.
(Toño)
Quería tirar la toalla por ocupar el
cuarto puesto en los simulacros, me costaba reconocer que hasta Lucecita me
gane. En mi cabeza solo está ella y mis cinco sentidos están centrados en su
persona. Mientras pensaba en eso se me acercó Casimiro.
— Toño, jamás pensé
que serías un cobarde— me dijo en un tono molesto.
Había oído la
conversación que tuve con el tutor, le expresé mi desánimo y la posibilidad de
ya no asistir a las clases de reforzamiento. Mi maestro tenía el poder de la
palabra y me animó, pero esta última parte no escuchó Casimiro porque Beto
pasaba por el salón y lo vio parado en la puerta, por ello para disimular se
fue al baño.
— Tengo la forma
para sacarle ventaja a Beto— lo miro con sorpresa—, te interesa escuchar mi
plan.
— ¿Acaso lo vas a
secuestrar o que?
— No será necesario,
aunque no es mala idea— da una sonrisa forzada.
El plan consistía en
desaparecer los libros y cuadernos de Beto. Su propuesta me tomó por sorpresa
obviamente no pretendía ser mi amigo solo quería sacar del camino a mi pata. No dudó en proponérmelo al saber
que compartimos un secreto y más aún que tiene claro mi alevosía (traición) contra Beto. Esperé el siguiente resultado del
examen y estos fueron los mismos. Casimiro se acercó a preguntarme si ya me
había animado y al ver como sonreía Beto con Lucecita acepté.
Mientras jugábamos
fútbol en la hora del recreo Casimiro fingió una caída, Beto creyó que fue su
culpa por patearlo y lo acompañó para que lo curen. Aproveché ese momento para
sacar sus cuadernos y libros, los dejé en la parte trasera del salón de
Educación Física porque después Casimiro se encargaría de llevárselos y desaparecerlos.
Al volver a clases el muy memo (tonto) de Beto se desesperó al no ver
sus materiales de estudio, avisó al tutor y buscaron por todo el salón y no
encontraron nada. Beto jamás sospecharía de mí, solo de Casimiro, pero él
estuvo junto a él ayudándolo con su herida. El plan funcionó y no hallaron a
ningún culpable, pese al castigo de dos semanas sin recreo que nos dio el
tutor. Los resultados de nuestra maldad se reflejaron en el último examen en el
cual subí al tercer puesto y Beto tomó el cuarto lugar.
(Beto)
Descender del primer
lugar me desanimó por completo, si bien retenía cada información en las clases
de reforzamiento, pero la pérdida de mis materiales me distrajo mucho. “Cuando hay dificultades esas son las
verdaderas luchas”, me dijo mi tutor para alentarme. Sus palabras fueron
reconfortantes y en la siguiente práctica subí al tercer puesto y Casimiro pasó
al cuarto puesto.
La mamá de Lucecita tuvo un mal parto
y cayó enferma. No quiso decirme nada para no preocuparme pues le sorprendió mi
baja en los exámenes. Dos tardes ella se ausentó a las clases de reforzamiento,
a la mañana siguiente le pregunté la razón y me pidió que no me preocupe. Los
siguientes días assistió nuevamente por las tardes, la noté distraída y poco
participativa. A la salida normalmente nos íbamos juntos hasta cierto tramo del
camino, pero ahora ni bien finalizaba la clase salía rápido y cuando iba tras
ella la veía yéndose montada en su yegua. Casimiro también notó su cambio y se
encargó de averiguar porque Lucecita estaba misteriosa.
El lunes los resultados cambiaron,
Lucecita pasó al quinto puesto y yo seguí en el tercer lugar; Casimiro logró
ser el primero y estaba dispuesto a mantenerlo. Por la tarde ella no vino y eso
me distrajo en clases, Casimiro encontró mi nuevo talón de Aquiles.
— A Lucecita no le
robaron sus apuntes ni nada parecido y ahora ocupa el último lugar. No te
parece extraño— me dice mientras alisto mi caballo para ir a casa.
— No estoy para tus
tonterías— le respondo y me subo al caballo.
— Espera un
momento—se interpone en mi camino—. La mamá de Lucecita tuvo un mal parto dicen
por ahí que tal vez muera no sé si el bebé o la pobre señito—menciona con una pena fingida.
Me bajo y busco en
el salón a Toño, él tampoco sabía nada lo supe al ver su cara de sorpresa. Mi
tutor no tenía cara de sorprendido y le reclamé por no habernos dicho nada.
Molesto salí con destino a la casa del amor de mi vida. El nuevo plan de
Casimiro estaba funcionando logró preocuparme y eso se evidenciará en las
siguientes clases.
Al llegar a su casa, pese a saber la
razón de su tristeza, le pregunté por su inasistencia.
— Estuve un poco
indispuesta— me responde y a los pocos segundos se echó a mis brazos, pues su mamá
estaba en la posta y ella se vino a su casa para cuidar al recién nacido.
Sequé sus lágrimas y besé su frente.
Nos miramos fijamente, tenía sus labios tan cerca. Nunca había dado un beso y
la sensación de estar nuestros rostros tan cerca me hizo sentir cosquillas y me
dio nerviosismo. Allí fue nuestro primer beso, Toño llegó y nos vio besarnos,
empuñó las manos y se fue echando chispas. En el campo empezó a golpear a uno
de sus borregos, al más iracundo, al que siempre se le escapaba, le dio tantos zurriagazos (latigazos) que casi lo
mata, fue su enferma forma de descargar su ira.
Después de aquel beso estuve palteado, ella agradeció mi preocupación
y me pidió no distraiga mis estudios. La tarde siguiente la visité de nuevo.
— Solo pasé un
momento, pues yo…— tartamudeé.
— Toma— me alcanzó
una porción de pastel de zanahoria—, es para el camino.
— Gracias, moría por
probar tus pasteles.
— Pensé que no te
importaba como chica— me dijo sin titubear.
— Y por qué creíste
eso— le inquirí.
— Pues la otra vez
te mandé un encargo con Toño y…
Pensé que se refería
a sus saludos o la torta que me mandó. El bebé empezó a lloriquear y dejamos el
tema allí.
Los días siguientes me sentí apenado
al no verla en las clases de la tarde, por ello pasaba por su casa junto con
Toño quien también quiso verla. Desde aquel beso no tocamos el tema del amor ni
le dijimos nada a él. Para animarme ella tuvo un lindo detalle: venía a las
clases con el bebé, no quiso rendirse y eso me dio gusto. Ella me prestaba
alguno de sus apuntes pasados y pude mejorar en mis resultados. Esto provocó
cólera en Casimiro.
Días antes del cumpleaños de
Lucecita, Toño fue al pueblo a comprarle un sombrero, a ella le fascinaban. En
la tienda oyó a dos jóvenes parte de sus aventuras; comentaron que hace años
hubo unos violadores, recordó lo que una vez mi mamá nos contó sobre ellos,
aunque no sabía si se referían al mismo caso, el hecho es que uno de ellos
tenía un somnífero el cual podía dormir a quien quisieran. “Basta con tres
gotas y la persona quedará dormida por veinticuatro horas”, mencionó el lascivo joven. Toño los escuchó y a uno de ellos se le cayó
ese pequeño frasco, lo cogió y tenía claro el uso que le daría.
Un día antes del examen, Toño vino a
mi casa a desearme lo mejor, no tuve la oportunidad de contarle sobre el beso
que me di con Lucecita y se lo conté con mucha alegría, Toño disimuló su cólera
y hasta me felicitó.
— No sé si aún
estamos, pues desde ese día nos miramos y solo hubo un beso— lo miro para ver su actitud y luce
tranquilo—. No quiero ser un mal amigo, discúlpame por no contarte nada, pero
en la fiesta del pueblo hace ya unos meses le expresé mis sentimientos, pensé
que me aceptaría mas no fue así. Me pidió unos días para darme su respuesta y
hasta ahora no lo ha hecho. Seguramente solo quiere ser mi amiga— le conté.
— Vaya que guardado
te lo tenías, al parecer ya no confías en tu pata— dijo con cierta tranquilidad ocultando su ira.
— No exageres— le
respondo mientras lo veo comer un poco de cancha de maíz.
— Pensé que no te
gustaba.
— Ahora sí me gusta,
pero creo que yo a ella no. Si quisiera estar conmigo ya me hubiera dado una
respuesta, tal vez le guste, pero no lo suficiente como para ser enamorados.
Hay algo que no le entendí—, Toño deja de comer y se me queda viendo.
— Explícate, ¿a qué
te refieres?
— Me habló de un
encargo que me mandó contigo hace tiempo cuando escapé de casa.
Toño se pone
nervioso.
— Seguro es por ese
pastel que te lleve, ¿ya lo olvidaste? —intenta disimular.
— También creí eso,
pero se refería a otra cosa.
— Sí claro, seguro a
su foto calata que no te la entregué— me bromeó.
Para cambiar de tema
me pidió lo ayude en un ejercicio matemático, mamá me llamó para invitarle un
poco de café, Toño se
ofreció para traerlo de la cocina pues ella estaba preparando la cena. Me quedé
resolviendo ese complicado ejercicio y me preguntó con cuántas cucharas de
azúcar lo bebo, le respondí que tres de la cuchara pequeña; miró a mi madre y
estaba de espaldas aderezando el guiso, estiró su cabeza y me vio entretenido
con el ejercicio matemático.
Mientras echaba el café al agua caliente
recordó mis palabras de hace un momento si bien le convenía que apruebe el
examen para marcharme y dejarle el camino libre, estaba su cólera y quiso
vengarse. Desde aquel día que recogió el somnífero de aquel joven que se le
cayó dudó mucho en usarlo conmigo. Pensó en nuestros buenos momentos de nuestra
amistad y descartó su mal uso. Pero recordó cuando me vio besándome con
Lucecita y lo que le conté, ello hizo se enfurezca y saque el pequeño frasco de
la desgracia del cual bastaba con tres gotas para hacer dormir veinticuatro
horas a cualquier persona.
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