CAPÍTULO 19
LA MÁQUINA DE ESCRIBIR
(Rodrigo)
M
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I TÍA ERA SUPER ROMÁNTICA y joven, da un
suspiro porque recuerda algunos versos que Beto le dijo a Lucecita. Siempre soñó
con una declaración poética, sus pretendientes lastimosamente no eran nada románticos.
El amor a una mujer
es como la pasión y el amor al fútbol;
porque te unes a esa persona
porque te da felicidad.
Porque si en la cancha se da todo.
Por una mujer también eres capaz de dar todo,
es por ella quien uno da la vida.
Menciona
esos versos, se los había memorizado. Da un suspiro. Casimiro contiene su risa,
esos versos le parecieron absurdos.
—
Verdad que son unos versos hermosos. Hoy en día la mayoría de los varones dan
todo por el fútbol y que tu amigo compare ese deporte con una mujer me parece
un buen símil (comparación).
—
No me diga que Beto le dijo eso a mi compañera Lucecita.
Mi
tía no solo le contó sobre la declaración de Beto sino también sobre el roche que pasó cuando el papá de
Lucecita se enteró de la declaración.
—
No sabía que don Ricardo fuera tan celoso con su hija— le comenta a mi tía.
Cuando
volví a la sala ya era tarde. Él ya sabía ese secreto. Mi tía se retiró a ver a
mi madre y en cuanto se fue le quité las fotos a Casimiro.
—
No debiste verlas sin mi permiso— le reprocho.
—
Si Beto y Lucecita son enamorados no comprendo por qué lo ocultan.
—
No te hagas al memo. Por lo visto mi tía te ha contado varias cosas. Espero no
digas nada, si ellos no quieren que los demás lo sepan deben tener sus razones—
le advierto.
—
Tranquilo Rodriguito seré una tumba.
—
Más te vale, sino ya no te ayudaré— le
amenazo.
Casimiro
se conoce muy bien y sabe que es un flojo por excelencia y mis compañeros le
tienen animadversión, así que nadie le ayudará en sus tareas.
Pese
a que lo juró el muy pérfido le dio la noticia a Toño y se negó a creerlo. Y
aunque no me mencionó para nada le timó (mintió) diciendo que los vio
besándose.
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Los
fines de semana Beto aprovechaba para verse con Lucecita, de lunes a viernes se
la pasaba estudiando todo el día; por las mañanas en nuestras clases normales
con los demás compañeros y en las tardes mi tutor nos preparaba para el examen;
por ello buscaban verse los fines de semana. Además, en el colegio no quisieron
levantar sospechas. El viernes a la salida Beto le dijo a Lucecita que la
esperará en el río por la tarde, Casimiro fue quien lo escuchó y me avisó.
—
Toño, ve mañana al río y comprueba que no te estoy mintiendo— me retó.
—
Beto no es de ocultarme secretos— lo defendí.
—
Tu verás— añadió y se fue silbando.
La
cizaña estaba sembrada, al día siguiente por la tarde fui a catearlos, conocía
perfectamente que parte del río era su favorito (desde niño jugábamos y nos
bañábamos en la parte de la cascada). Al llegar los vi conversando, pasaron
varios minutos y no vi nada comprometedor, estaban jugando con la mascota de
Lucecita, corrían tras el cachorro. Ella fingió una caída, él le dio la mano para
ayudarla a pararse y lo hizo caer. En el suelo él la besó. Molesto rompí el
tallo que tenía a mi lado, lo maldije por mentirme. Fui a mi establo y me
desquité pegando a una oveja rebelde.
Tal
vez no haya comparación con el personaje el Kutu del escritor José María
Arguedas, el profe al inicio del año
escolar nos hizo leer el cuento llamado “Warma kuyay”, me llamó la atención el
personaje del Kutu porque desquitaba su cólera con un animal. Tal vez piensen
que soy de lo peor por hacer eso, pues no me importa.
Al
día siguiente busqué a Casimiro.
—
Por la cara que traes debo deducir que ahora me crees— me dijo con sorna
(burla).
—
No te burles y dime de una vez quien te contó sobre la declaración de Beto en
aquella fiesta patronal— volví a insistir.
—
Eso no importa, ¿has pensado en mi reto?
—
Hazlo, encárgate que el papá de Lucecita se entere sobre su relación. Eso lo
distraerá, ahora más que nunca voy a ganar esa beca— le dije con convicción.
Casimiro
esperó el siguiente fin de semana para llevar a cabo nuestro plan, el sábado
por la mañana fue a la chacra del papá de Lucecita, mientras él trabajaba la
tierra aprovechó para dejar entre sus cosas un papel anónimo el cual estaba
escrito a máquina de escribir para ocultar su letra. Ricardo leyó el escueto
(breve) mensaje. “Su hija Lucecita tiene enamorado y los fines de semana se ven
en río cerca a la cascada”. Molesto fue a buscarla.
En
el río los encontró conversando (para suerte de ellos segundos atrás dejaron de
besarse de lo contrario los hubiera descubierto). Los observó por un buen
momento y no vio nada de enamorados. No quiso exagerar las cosas, él no era de indirectas le gustaba las cosas claras, consideró que si
alguien tenía algo que revelarle debería hacerlo cara a cara y no con
mensajitos. Dejó el asunto ahí, pero se propuso no perderlos de vista.
En
el momento de la cena don Ricardo le tocó el tema del enamoramiento a su hija y
le advirtió que si descubre que anda de amores con alguien se olvide de
estudiar la secundaria en la ciudad y de castigo la mandaría a la casa de su
tía quien vive en un pueblito más pequeño y alejado. Como ya era costumbre de
ella prefirió no contarle nada a Beto para no distraerlo en sus estudios.
El
papá de Lucecita quedó intrigado, quería saber quién es el cobarde que ya en
tres oportunidades le dejaba un mensaje en la chacra, cuando terminaba su
trabajo venía por sus cosas y allí encontraba el papel. Preguntó a su hija si
sabía quién de sus compañeros tiene máquina de escribir para prestarse, ya que
quería escribir una carta. Ella le prometió preguntar a nuestros compañeros. De
los veinte solo tres tenían, su papá al oír el nombre de Casimiro pensó que era
él quien le enviaba los anónimos.
Don
Ricardo pasó por la casa de Casimiro y se prestó la máquina de escribir, al
llegar a su casa discretamente tecleó el mismo mensaje dejado por Casimiro y la
letra E tenía el mismo defecto. El siguiente fin de semana encontró otro
mensaje y este ya no estaba escrito con la máquina de escribir sino por letras
recortadas de un periódico. Ricardo lo tenía claro, pasó a devolver la máquina
de escribir, Casimiro lo atendió y aprovechó para encararlo.
—
Podrías ayudarme a escribir un pequeño mensaje, ustedes los jóvenes deben saber
usar bien esta cosa—le muestra la máquina de escribir—. Intenté hacerlo, pero
no pude—le miente.
—
No hay problema don Ricardo— le responde con amabilidad y lo hace pasar, en la
sala estaba Rodrigo. El papá de Lucecita lo mira atentamente.
—
A ti te he visto antes, pero dónde fue— le dice mientras intenta recordar.
—
Seguramente en la fiesta patronal de hace poco en el pueblo de…
—
Claro, tienes razón— lo interrumpe.
Casimiro
le entrega la hoja con el mensaje solicitado por don Ricardo, le agradece y lo
lee por unos segundos.
—
Te has fijado en la letra E, sale extraña, ¿verdad?
—
Sí, es porque esa tecla está gastada, la próxima semana llegará el pedido de
papá, nos traerán de Arequipa el último modelo— comenta con fatuidad (vanidad).
Ricardo
se decide a encararlo.
—
Es curioso, mira— le muestra el mensaje anónimo y lo que Casimiro acababa de
escribir—, ¿te parece familiar? — Casimiro traga saliva.
—
Tú lo mandaste, ¿verdad? — le encara.
|
—
¿Ocurre algo don Ricardo?
—
Tú también me lo podrás aclarar, puesto que estuviste en la fiesta patronal— le
entrega uno de los mensajes en los cuales decía que Beto se le declaró en esa
fiesta.
Rodrigo
lee el escueto (breve) mensaje y mira con desagrado a Casimiro.
—
Ahora mismo me van a contar todo lo que saben— nos dijo muy molesto el papá de Lucecita.
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